...Me senté en la
barra, y, de tan nervioso como estaba, me aturullé con las palabras y pedí sin
darme cuenta una paja -joder, que fijación- con una horchata. La tía que estaba
tras el mostrador me miró ofendida de cojones y dijo:
.-¿Con que una paja
con una horchata, eh?
Su tono agresivo me
chocó un montón. ¿A qué venía esa cara de pocos amigos? A saber. Cualquiera es
el listo que entiende a las mujeres. Me dije que a lo mejor estaba con el mes y
le contesté:
.-Eso es.
.-¿Por qué no se
cachondea de su padre?
(...)
Me sonrojé hasta los
tuétanos y sonreí estúpidamente al personal que me rodeaba sin saber qué hacer
o qué decir.
.-¿Pasa algo? -le
preguntó el encargado a la camarera.
.-Este grosero, que me
está faltando.
.-Oiga, yo...
(...)
(...)
.-¿Qué te ha dicho?
-preguntó a la camarera.
.-Me ha pedido que le
haga una paja -dijo la tía haciendo pucheros.
(...)
.-Perdone, pero yo...
.-Los tipos como usted
me revientan -dijo el encargado escupiéndome las palabras.
.-Me parece que aquí
hay un malenten...
el dido se me quedó
dentro ya que el tío me había agarrado el pescuezo con sus manoplas y me lo
retorcía con un entusiasmo que ya ya.
Las reglas del juego,
pág 53
Carlos Pérez Merinero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario