sábado, 17 de enero de 2015

ANTOLOGÍA DE LA PAJA -II-



O... PORQUE LAS CIRCUNSTANCIAS MANDAN
 
Finalmente, una noche volvía la joven de casa de una pariente enferma, con uno de sus insolentes hermanos.

Fidel los siguió en silencio muchas calles, embozado hasta los ojos.

¡Y con qué emoción! Amparo, en las tinieblas, le parecía suya... La luz determina las distancias. Las sombras confunden los objetos... La vista entonces tiene algo de tacto. De resultas de esta emoción, Fidel pasó muchas noches entregado al placer de estar a oscuras. La granadina, págs 59-60. Pedro Antonio de Alarcón

La pareja perfecta es uno solo
haciéndose el amor. Ninguna chica
conoce el cuerpo mío cual yo mismo
y, por tanto, es más sabia mi destreza.

Qué suave recorrido placentero
por las zonas sensibles de mi físico.
Qué mano que no es mía no es ajena
sino que es tacto, roce, soplo angélico.

Qué en su justo momento el adentrarme
en la medida exacta de mis límites.
Anchura o estrechez, cuanto me plazca,
consigo en el instante apetecido.

Qué variación inmensa obtengo estando
conmigo mismo, amando incluso a aquellas
que niéganme el contacto. A todas cuantas
me venga en gana entonces disfrutarlas.

La pareja perfecta es uno a solas
haciéndose el amor. En ambos sexos.
Resulta incomprensible esa obsesión
que nos lleva al amor en compañía.

West 33rd Street. Ciudad del hombre: Nueva York.  pág 89
J. M. Fonollosa  

Y NADIE SABE LO QUE PUEDE UN CUERPO
 
... he tenido a menudo la ocasión de observar el lavado de los niños, operación que, como su propia experiencia confirmará, difícilmente se lleva a cabo sin lloros y chillidos por parte de los pequeños. Pero, probablemente, lo que no sabe usted -y en verdad no merece la pena prestar atención a tales pequeñeces- es que los niños lloran cuando se les hace una cosa y dejan de llorar cuando se les hace otras. Hablamos del lavado, naturalmente. El niño, que no dejaba de llorar mientras se le lavaba la cara -si usted quiere saber por qué llora el niño cuando le lavan la cara, déjese usted misma lavar esa parte del cuerpo por una persona amada con una esponja o trapo tan grande como para cubrirle a la vez boca, nariz y ojos-, ese niño, decía, deja de llorar no bien se le empieza a dar  pases con la esponja por entre las piernas. Es más, el rostro del niño adquiere casi una expresión extática y permanece bien quieto. Y la madre, que poco antes se esforzaba con promesas y consuelos por hacerle soportable al niño el agua y el jabón, adquiere ahora un tono mucho más suave, amable, casi diría, enamorado; también ella cae, por así decirlo, en éxtasis, y sus movimientos son otros, más delicados, más cariñosos.El libro del Ello, pág. 74. George Groddeck.

(...) Pero hablaba de otra cosa: el domingo por la tarde es genial. Tú te vas, tengo todo el catre para mí solo... "Después de la sopa de pasta, una siesta: la felicidad, macho. A tocarse la polla, ¡la gran paja!

Ahí es donde intervenía Zarah Leander, mejor dicho, su voz. A Manglano le parecía excitante, facilitaba su gran paja.

Apurábamos nuestra colilla de machorka dando las últimas caladas, hasta quemarnos los labios. Le deseo buena suerte: que el sargento SS de servicio en la torre de control fuese el aficionado a las canciones de Zarah Leander; que su Alejandro esté en forma. Manglano había puesto este apodo a su órgano viril. Cuando le pregunté por qué me miró con  lástima: "Pero vamos: ¡Alejandro Magno! Manglano estaba infantilmente orgulloso del tamaño de su instrumento. Y era importante que éste estuviera en forma. Los periódos recurrentes de debilidad de alejandro le ocasionaban en los últimos tiempos una angustia anticipada: una espera angustiada. Pero Alejandro siempre resucitaba de la nada de la impotencia, al menos hasta aquel domingo de diciembre.

De repente el antavoz del comedor escupe un sonido ronco. E inmediatamente después, pura, grave, emocionante, se oye la voz de Zarah Leander.

So stelle ich mir die Liebe vor,
ich bin nicht mehr allein...
(así me imagino el amor,
ya no estaré sóla jamás...)

-¡Adelante -le digo-, adelante, Sebastián! Ahora o nunca, es el momento de la gran paja.

Y en efecto, se precipita hacia el dormitorio, hacia la soledad dominical y deliciosa del catre, soltando una estruendosa carcajada.Viviré con tu nombre, moriras con el mío. pág. 151. Jorge Semprún
 
                                                                                                              Continuará

viernes, 16 de enero de 2015

ANTOLOGÍA DE LA PAJA -I-



En el libro se habla mucho de masturbación y Victoria (Ocampo) quiere traducir "hacerse la Paja". (Ricardo) Baeza, siempre castizo, prefiere "hacerse la puñeta". Tras un intercambio de opiniones, Baeza esgrime un argumento que no puede sino ofender a su amiga: "puñeta" es más correcto porque deriva de puño, forma que adopta la mano del hombre en el acto de masturbarse. "Las mujeres también se masturban y al hacerlo su mano no adopta forma de puño", replica, airada, Victoria.

Continúa la discusión cada vez más áspera hasta que la dueña de la casa decide terminarla: "Basta! ¡Este libro sale en la Argentinay aquí nadie se hace la puñeta, en Argentina todos se hacen la paja! (Museo del chisme, págs. 86y 87. Edgardo Cozarinsky

Igualmente, Rafael Alberti:

Al masturbase, en Andalucía, se le llama ‘hacerse la paja’.

Llenas de pajas están las azoteas, las orillas del mar y las piedras de los castillos. ¡Primeras pajas infantiles, yo os saludo, libre ya de remordimientos, por lo bello y elemental que teníais bajo aquel sol en aquella bahía, entreviendo, mientras, contra el cielo, las primeras imágenes de niñas o mujeres que la sorpresa y el intento pusieron en mis ojos!

En la época de las pajas estalló la gran guerra de 1914. De su primer año no sé nada. Sólo recuerdo una palabra que seguramente aprendí entonces: ultimátum. Hasta casi a los dos años de empezada la contienda, no le tomo afición e interés. Entretanto… La arboleda perdida, pág 52.


ANTOLOGÍA DE LA PAJA, PUES ... Y QUE EL SEÑOR NOS PERDONE


Con harto dolor de mi corazón, como diría algún mamonazo de esos que se dedican a escribir novelas, la miro otro ratito más y salgo de estampida. Mientras bajo en el ascensor me digo que si la tía se ha quedado tan frita es porque seguro que se ha hecho un pajote. No hay nada para quedarse grogui -ni pastillas ni hostias- como hacerse una macoca. Te entra una cosa, un... No sabría cómo explicarlo, pero el caso es que te quedas más relajado que la leche. Yo a la gente que padece de insomnio siempre le digo que le den al manubrio. Mano de santo. Se lo juro por mi madre. Días de guardar, pág. 10-11. Carlos Pérez Merinero.

Lo mismo opinan en El estado mental:

Por cierto, hablando de pollas no hemos hablado de la paja...

Manuel: Es verdad no hemos hablado del culto a la paja. La devoción a la propia polla. La gente que se agacha y que se quiere quitar unas vértebras...

Isabel: ¿Pero hablamos sólo de la polla o también de la masturbación femenina?

Sólo de la polla...

Isabel: ¿Y de a masturbación masculina desde una perspectiva autista o desde la perspectiva de que la otra te la haga?

Todos: Autista.

Isabel: Ah, lo otro ya es sexo normal y corriente.

Álvaro: Como decía Antonio Machado: “A veces sabe Onán mucho que ignora don Juan”. No se puede hacer ninguna campaña pro onanismo ni nada así, pero es sin embargo un dato que todo el mundo...

Lucía: Está muy presente.

Álvaro: Está muy presente por lo menos en los chicos.

Lucía: Y además en la cultura general de la adolescencia. En cambio entre las chicas, la masturbación es una coss de la que no se habla jamás. Ahora más, pero cuando yo era adolescente, con tus amigas no hablabas de eso.

Manuel: Como las escenas de instituto, de cinco amigos con el VHS y con el papel higiénico. Es que era una cosa tremenda...

Lucía: Eso sí que está representado en todas partes.

Manuel: Y la paja tiene también una función para dormir. O sea, ya no quieres ni el placer del orgasmo, quieres la paja de ‘me duermo’.

Lucía: De relajarse.

Manuel: Me tengo que hacer una paja como si te tomas una dormidina. Te quedas bocabajo con la baba y te quedas frito... Y esto en los aviones no lo puedo hacer, entonces echo mano de tranki. Pero en casa, algunas veces, como tenga insomnio...

Álvaro: Yo estoy completamente con esa teoría. Te da un sueñecito... Yo duermo mal, me tengo que tomar píldora fuertes.

Isabel: Hay consenso. Es como una cosa privada. Up to you. Sobrevaloración de la polla. Un debate. (Álvaro Pombo, Isabel Ordaz, Lucia Lijtmaer y Manuel Jabois El estado mental, número 5. Noviembre Diciembre 2014, pág 97

Aunque de todo ello difiere Giuseppe Ferrandino

Aparqué también yo, eché todos los seguros y usando la cazadora como una manta traté de dormir.

Al cabo de un rato, como no lo lograba, pensé en hacerme una paja. Me puse a pensar en el hijo de Kirk Douglas y en la rubia. En el momento de correrme abría la portezuela porque no quería ensuciar el salpicadero.

Pero tampoco después me entró el sueño.  Pericle el negro, pág 60

Ustedes decidan. Pero decidan lo que decidan, ponga siempre mucho cuidado dónde y con quién hablan

...Me senté en la barra, y, de tan nervioso como estaba, me aturullé con las palabras y pedí sin darme cuenta una paja -joder, que fijación- con una horchata. La tía que estaba tras el mostrador me miró ofendida de cojones y dijo:

.-¿Con que una paja con una horchata, eh?

Su tono agresivo me chocó un montón. ¿A qué venía esa cara de pocos amigos? A saber. Cualquiera es el listo que entiende a las mujeres. Me dije que a lo mejor estaba con el mes y le contesté:

.-Eso es.

.-¿Por qué no se cachondea de su padre?

(...)

Me sonrojé hasta los tuétanos y sonreí estúpidamente al personal que me rodeaba sin saber qué hacer o qué decir.

.-¿Pasa algo? -le preguntó el encargado a la camarera.

.-Este grosero, que me está faltando.

.-Oiga, yo...

(...)

.-¿Qué te ha dicho? -preguntó a la camarera.

.-Me ha pedido que le haga una paja -dijo la tía haciendo pucheros.

(...)

.-Perdone, pero yo...

.-Los tipos como usted me revientan -dijo el encargado escupiéndome las palabras.

.-Me parece que aquí hay un malenten...

el dido se me quedó dentro ya que el tío me había agarrado el pescuezo con sus manoplas y me lo retorcía con un entusiasmo que ya ya. Las reglas del juego, pág 53. Carlos Pérez Merinero.

Continuara

lunes, 12 de enero de 2015

EL CURA EN LA CRIPTA




Con la cruz a cuestas
 
“Se trata del libro más perspicaz y exhaustivo sobre España que he leído en años”. Antonio Muñoz Molina en la contraportada de Jeremy Treglown, La cripta de Franco (editorial Ariel)

¿Cuántos libros sobre España ha leído Antonio Muñoz Molina en años? Y ¿cuántos no? ¿Es posible que entre los libros sobre España que Antonio Muñoz Molina no ha leído en años haya alguno más perspicaz y exhaustivo que La cripta de Franco? Por su tamaño: trescientas cincuenta y siete páginas incluyendo nota a la edición española, notas, agradecimientos e índice onomástico, tendemos a pensar que sí. Baste compararlo –p.ej.- con El cura y los mandarines de Gregorio Morán (Akal editores), ochocientas veintiséis páginas, el cual también habla de España. ¿Se encuentra El cura y los mandarines entre los libros sobre España que Antonio Muñoz Molina ha leído en años? ¿Cuántos años son esos?, no está de más preguntarse igualmente. Jeremy Treglown cita en seis ocasiones a Antonio Muñoz Molina (págs. 27,187-189, 219 250, 261, 276-277), Gregorio Morán sólo lo hace por una vez, pág 766. En esto sí es más exhaustivo Treglown y no Morán. Ni Treglown ni Morán se refieren el uno al otro en sus respectivos trabajos. Se ignoran, pienso, pero sin maldad, probablemente. ¿Un libro –otro- donde estos autores aparezcan citados, será más perspicaz y exhaustivo que los referidos? ¿Lo tendrá en cuenta Antonio Muñoz Molina y hará el conveniente añadido? No será preciso que escriba una nueva apostilla a este libro más perspicaz y exhaustivo etcétera. Vale como ya lo han dejado escrito los tres por muchos años.  

Empieza a resultar cansino tanta insistencia sobre lo mismo. Que el espacio constitucional en el cual hoy vivimos como en volandas, nos viene por herencia franquista, es de una vulgaridad que espanta, ya sea dicho para alabar la gestión de los ‘hijos pródigos’ del franquismo, caso de Treglown, como para denostarla con la grande y, posiblemente, justificada vehemencia de Morán. Tanto la complacencia del inglés como la mala baba del ibérico están de más si de lo que se trata, como diría Marx de la filosofía, no es de interpretar España (quiero ser concreto) sino de cambiarla, como con cierta benevolencia conceden ambos autores que hicieron a su manera ‘los niños (y no tan niños) rebeldes de la dictadura’ para acabar donde estamos. Pero tras haberme tragado tan indigesto volumen de páginas impresas, a mí me da que aquellos (curas y mandarines) fueron tan pintamonas como cualquier hijo de vecino sin estudios. Como que, si pudieran, la mayoría de ellos seguiría insistiendo en lo de la revolución pendiente, por lo que el fracaso permanente tiene de mayor atractivo.

Aunque lo de cambiar España también tiene su miga a la vista de cómo está el cotarro. Por no hablar de política, échenle una ojeada a La mala puta, Réquiem por la literatura española, de Miguel Dalmau y Román Piña Valls (editorial Sloper). Sobre todo a la segunda parte, donde Román Piña se decanta por advertirnos de la ‘literatura con futuro’. Aún podemos ponernos a salvo.