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Con la cruz a cuestas |
“Se trata del libro más perspicaz y exhaustivo sobre
España que he leído en años”. Antonio Muñoz Molina
en la contraportada de Jeremy Treglown, La
cripta de Franco (editorial Ariel)
¿Cuántos
libros sobre España ha leído Antonio Muñoz Molina en años? Y ¿cuántos no? ¿Es
posible que entre los libros sobre España que Antonio Muñoz Molina no ha leído
en años haya alguno más perspicaz y exhaustivo que La cripta de Franco? Por su tamaño: trescientas
cincuenta y siete páginas incluyendo nota a la edición española, notas,
agradecimientos e índice onomástico, tendemos a pensar que sí. Baste compararlo
–p.ej.- con El cura y los mandarines
de Gregorio Morán (Akal editores), ochocientas veintiséis páginas, el cual
también habla de España. ¿Se encuentra El cura y los mandarines entre los
libros sobre España que Antonio Muñoz Molina ha leído en años? ¿Cuántos años
son esos?, no está de más preguntarse igualmente. Jeremy Treglown cita en seis
ocasiones a Antonio Muñoz Molina (págs. 27,187-189, 219 250, 261, 276-277),
Gregorio Morán sólo lo hace por una vez, pág 766. En esto sí es más exhaustivo
Treglown y no Morán. Ni Treglown ni Morán se refieren el uno al otro en sus
respectivos trabajos. Se ignoran, pienso, pero sin maldad, probablemente. ¿Un
libro –otro- donde estos autores aparezcan citados, será más perspicaz y exhaustivo
que los referidos? ¿Lo tendrá en cuenta Antonio Muñoz Molina y hará el
conveniente añadido? No será preciso que escriba una nueva apostilla a este libro
más perspicaz y exhaustivo etcétera. Vale como ya lo han dejado escrito los tres
por muchos años.
Empieza
a resultar cansino tanta insistencia sobre lo mismo. Que el espacio
constitucional en el cual hoy vivimos como en volandas, nos viene por herencia
franquista, es de una vulgaridad que espanta, ya sea dicho para alabar la
gestión de los ‘hijos pródigos’ del franquismo, caso de Treglown, como para
denostarla con la grande y, posiblemente, justificada vehemencia de Morán. Tanto
la complacencia del inglés como la mala baba del ibérico están de más si de lo
que se trata, como diría Marx de la filosofía, no es de interpretar España (quiero
ser concreto) sino de cambiarla, como con cierta benevolencia conceden ambos
autores que hicieron a su manera ‘los niños (y no tan niños) rebeldes de la
dictadura’ para acabar donde estamos. Pero tras haberme tragado tan indigesto volumen
de páginas impresas, a mí me da que aquellos (curas y mandarines) fueron tan
pintamonas como cualquier hijo de vecino sin estudios. Como que, si pudieran,
la mayoría de ellos seguiría insistiendo en lo de la revolución pendiente, por
lo que el fracaso permanente tiene de mayor atractivo.
Aunque
lo de cambiar España también tiene su miga a la vista de cómo está el cotarro.
Por no hablar de política, échenle una ojeada a La mala puta, Réquiem por la literatura española, de Miguel Dalmau y
Román Piña Valls (editorial Sloper). Sobre todo a la segunda parte, donde Román
Piña se decanta por advertirnos de la ‘literatura con futuro’. Aún podemos
ponernos a salvo.
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