lunes, 12 de enero de 2015

EL CURA EN LA CRIPTA




Con la cruz a cuestas
 
“Se trata del libro más perspicaz y exhaustivo sobre España que he leído en años”. Antonio Muñoz Molina en la contraportada de Jeremy Treglown, La cripta de Franco (editorial Ariel)

¿Cuántos libros sobre España ha leído Antonio Muñoz Molina en años? Y ¿cuántos no? ¿Es posible que entre los libros sobre España que Antonio Muñoz Molina no ha leído en años haya alguno más perspicaz y exhaustivo que La cripta de Franco? Por su tamaño: trescientas cincuenta y siete páginas incluyendo nota a la edición española, notas, agradecimientos e índice onomástico, tendemos a pensar que sí. Baste compararlo –p.ej.- con El cura y los mandarines de Gregorio Morán (Akal editores), ochocientas veintiséis páginas, el cual también habla de España. ¿Se encuentra El cura y los mandarines entre los libros sobre España que Antonio Muñoz Molina ha leído en años? ¿Cuántos años son esos?, no está de más preguntarse igualmente. Jeremy Treglown cita en seis ocasiones a Antonio Muñoz Molina (págs. 27,187-189, 219 250, 261, 276-277), Gregorio Morán sólo lo hace por una vez, pág 766. En esto sí es más exhaustivo Treglown y no Morán. Ni Treglown ni Morán se refieren el uno al otro en sus respectivos trabajos. Se ignoran, pienso, pero sin maldad, probablemente. ¿Un libro –otro- donde estos autores aparezcan citados, será más perspicaz y exhaustivo que los referidos? ¿Lo tendrá en cuenta Antonio Muñoz Molina y hará el conveniente añadido? No será preciso que escriba una nueva apostilla a este libro más perspicaz y exhaustivo etcétera. Vale como ya lo han dejado escrito los tres por muchos años.  

Empieza a resultar cansino tanta insistencia sobre lo mismo. Que el espacio constitucional en el cual hoy vivimos como en volandas, nos viene por herencia franquista, es de una vulgaridad que espanta, ya sea dicho para alabar la gestión de los ‘hijos pródigos’ del franquismo, caso de Treglown, como para denostarla con la grande y, posiblemente, justificada vehemencia de Morán. Tanto la complacencia del inglés como la mala baba del ibérico están de más si de lo que se trata, como diría Marx de la filosofía, no es de interpretar España (quiero ser concreto) sino de cambiarla, como con cierta benevolencia conceden ambos autores que hicieron a su manera ‘los niños (y no tan niños) rebeldes de la dictadura’ para acabar donde estamos. Pero tras haberme tragado tan indigesto volumen de páginas impresas, a mí me da que aquellos (curas y mandarines) fueron tan pintamonas como cualquier hijo de vecino sin estudios. Como que, si pudieran, la mayoría de ellos seguiría insistiendo en lo de la revolución pendiente, por lo que el fracaso permanente tiene de mayor atractivo.

Aunque lo de cambiar España también tiene su miga a la vista de cómo está el cotarro. Por no hablar de política, échenle una ojeada a La mala puta, Réquiem por la literatura española, de Miguel Dalmau y Román Piña Valls (editorial Sloper). Sobre todo a la segunda parte, donde Román Piña se decanta por advertirnos de la ‘literatura con futuro’. Aún podemos ponernos a salvo.


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