domingo, 26 de enero de 2020

LA INMACULADA MASTURBACIÓN (Antología, XIX)


(...) Pero hablaba de otra cosa: el domingo por la tarde es genial. Tú te vas, tengo todo el catre para mí solo... "Después de la sopa de pasta, una siesta: la felicidad, macho. A tocarse la polla, ¡la gran paja!
 Ahí es donde intervenía Zarah Leander, mejor dicho, su voz. A Manglano le parecía excitante, facilitaba su gran paja.
Apurábamos nuestra colilla de machorka dando las últimas caladas, hasta quemarnos los labios. Le deseo buena suerte: que el sargento SS de servicio en la torre de control fuese el aficionado a las canciones de Zarah Leander; que su Alejandro esté en forma. Manglano había puesto este apodo a su órgano viril. Cuando le pregunté por qué me miró con  lástima: "Pero vamos: ¡Alejandro Magno! Manglano estaba infantilmente orgulloso del tamaño de su instrumento. Y era importante que éste estuviera en forma. Los periódos recurrentes de debilidad de alejandro le ocasionaban en los últimos tiempos una angustia anticipada: una espera angustiada. Pero Alejandro siempre resucitaba de la nada de la impotencia, al menos hasta aquel domingo de diciembre.
 De repente el altavoz del comedor escupe un sonido ronco. E inmediatamente después, pura, grave, emocionante, se oye la voz de Zarah Leander.
So stelle ich mir die Liebe vor,
ich bin nicht mehr allein...
(así me imagino el amor,
ya no estaré sola jamás...)
 -¡Adelante -le digo-, adelante, Sebastián! Ahora o nunca, es el momento de la gran paja.
Y en efecto, se precipita hacia el dormitorio, hacia la soledad dominical y deliciosa del catre, soltando una estruendosa carcajada.

Viviré con tu nombre, morirás con el mío. págs. 151, 152, 153
Jorge Semprún

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