(...) Y entonces,
mientras que en Praga los escuadrones de ejecución ejecutaban, igual que en
Brno y en otros lugares con tribunales que tenían derecho de ejecución, yo
estaba desnudo delante del médico, que, con una varita, me levantó el pene,
tuve que darme la vuelta y con una varita me exploró el ano, luego sopesó mis
testículos y, en voz alta, dictaminó cuanto vio y juzgo y, al tacto, exploró, y
luego me pidió que me masturbara un poco y le trajera una muestra de semen con
la finalidad de analizarlo científicamente, pues, según dijo aquel médico en
una horrible alemán de Egerlander, que yo no entendía, pero intuía muy bien, lo
que él furiosamente decía, que si algún checo de mierda quería casarse con una
alemana, entonces, por lo menos que tenga un esperma el doble de valioso que el
semen del último de los criados del hotel más miserable de la ciudad de Cheb, y
añadió que si cualquier alemana me plantara un lapo entre los ojos, sería para
ella tanta deshonra como honor para mí... y yo de pronto vi, a esa distancia,
las noticias de los periódicos, como el mismo día, mientras los alemanes
fusilan a los checos, yo juego aquí con el pene para ser digno de poder casarme
con una alemana. Y de pronto se apoderó de mí el horror, que allí hay
ejecuciones y yo estoy aquí, delante del médico, con el pene en la mano y no
puedo alcanzar la erección y ofrecerle unas cuantas gotas de semen. Y más tarde se abrió la puerta y allí estaba
el médico con mis papeles entre los dedos, probablemente tan sólo ahora se
había leído bien de quién se trataba, pues me dijo en tono amable: Herr Ditie,
was ist denn los... y me golpeó en el hombro, y me dio unas fotografías y
encendió la luz y yo estuve mirando los grupitos de desnudos pornográficos, ya
me conocía el tema, ya otras veces, cuando las había mirado, cuando había
tenido esas fotografías entre los dedos, me había puesto completamente duro,
pero ahora, cuanto más miraba esas fotografías porno, más se me aparecían esos
titulares y noticias de los periódicos, que daban a conocer que otros cuatro
han sido juzgados y fusilados, cada día nuevas personas inocentes... y yo aquí,
con el sexo en una mano, apoyando sobre la mesa fotografías pornográficas con
la otra y sin alcanzar lo que me fue solicitado para ser digno de fecundar a
una mujer alemana, a mi novia Liza, de modo que al final tuvo que venir una
enfermera joven y ella sola, con unos cuantos movimientos, durante los que yo
ya no podía ni tenía que pensar en nada, pues la mano de la joven enfermera era
tan diestra que en un par de minutos se llevaba sobre una hoja dos lágrimas de
mi semen, que en el lapso de media hora han sido calificadas de excelentes, las
únicas capaces de fecundar de un modo digno a una vagina aria...
Yo que he servido al
rey de Inglaterra, págs 159, 160, 161
Bohumil Hrabal.
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