Finalmente, una noche
volvía la joven de casa de una pariente enferma, con uno de sus insolentes
hermanos.
Fidel los siguió en
silencio muchas calles, embozado hasta los ojos.
¡Y con qué emoción!
Amparo, en las tinieblas, le parecía suya... La luz determina las distancias.
Las sombras confunden los objetos... La vista entonces tiene algo de tacto. De
resultas de esta emoción, Fidel pasó muchas noches entregado al placer de estar
a oscuras.
La granadina, págs
59-60
Pedro Antonio de
Alarcón
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