viernes, 8 de marzo de 2013

Ocho de marzo (repetido)




Todos los muertos se reconocen entre ellos (Manuel Vicent)

--¿Será posible? –se preguntó Edwina, quien ya se ve de muerta encontrándose de nuevo con el zafio de su marido, corriendo hacia ella con los brazos abiertos. Desnudo –pues no hay paño que resista una eternidad- de los pies a la cabeza, si acaso manteniendo a la altura de uno de sus tobillos hinchados, suelta, la goma elástica con que se solía sujetar los calcetines; con el miembro empalmado, mientras ella sólo puede pensar en echarse a un lado para evitar la embestida.

Edwina aún lleva el vestido con que la enterraron días atrás. Pero, lo sabe, ni aunque llevara una armadura de hojalata, se ve capaz de eludir las consecuencias del arrojo de su marido, después de tantos años de abstinencia, pues, como se anuncia en un cartel a las puertas del cielo: No se permite la concupiscencia. Cada oveja con su pareja. O sea, que el Miguelete, más de veinte años en ‘la otra vida’, estaría, a más de alterado: necesitado, y aunque ya cuando enfermó no se bastaba por sí mismo y había de recurrir a las pastillas, luego de tan larga temporada de continencia, y conociéndolo como ello lo conocía, andaría como un primate en celos y deseoso de armarla

Con sólo verla se le echaría encima, le desabrocharía la blusa, le bajaría la falda, le desgarraría el sujetador de un mordisco y, para entonces, sus bragas de encaje no estarían en ninguna parte. Y se la metería. Se la metería con avaricia, como quien guarda monedas ahorradas en una alcancía de la que se sabe el único dueño, según contrato. Que ellos dos son marido y mujer, y en el cielo esas cosas se saben.

Y ni oponerse podría porque todos los muertos se reconocen entre ellos y así ha de ser que el esposo reconozca a su esposa y viceversa. Que los hijos sigan en la tutela estricta de us padres, como las empleadas bajo la férrea disciplina de sus jefes. Lo contrario sería una subversión inaudita; una absoluta falta del reconocimiento debido.

De modo que cuando Edwina comprende que sí, que es posible, decide no morir, al menos por hoy. Aguantar un día más viva. Un día más fuera de la Casa del Hombre. 

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