¿Por qué los detectives de ficción parecen esconder un
pasado dudoso, cuando no inconfesable? Atrás suyo, quedan unas circunstancias
terribles (sic) que les quebraron el desarrollo habitual de la vida (de la nada
a la más absoluta de las miserias), que yo, al menos yo, no entiendo. Mas, con
tanto retornar lo mismo, está claro el que algo así sea lo más conveniente para
su profesión. Si ni una vez fuiste un mal tipo, peor lo vas a llevar metido a
fisgón si pretendes identificar a quienes, en el fondo, son como tú, si bien tú
sí que supiste apearte a tiempo de la burra. Ser detective de ficción resulta una
más favorable terapia que lo de acudir semanalmente a tu sicoanalista de acento
argentino/lacaniano. Saber de la vida de los demás hasta eso que ni ellos saben,
sin duda libera de la propia vida, tan jodida.
Por suerte para los lectores, Ricardo Blanco, pronto cae
de esta metáfora fiel que es la nostalgia y cuarenta páginas más allá, comienzo
Blue Christmas de José Luis Corre (editorial Alba. Barcelona 2013). Una novela
extraordinaria capaz de cumplir a rajatabla con el fenomenal consejo (aunque no
muy asimilado, por lo que se lee) que nos dejará, así como de pasada el
inefable Raymond Chandler: Es preciso que de una
manera u otra, y no necesariamente a través de los tribunales de justicia, el
criminal reciba su castigo. Contrariamente a la creencia popular, eso no tiene
nada que ver con la moral. Se limita a formar parte de la lógica del género. No
hacerlo sería como una disonancia irritante. (Apuntes
sobre la novela policiaca. En Peces de colores. Ed. Bruguera)
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