jueves, 28 de marzo de 2013

La solución, mañana



El Caso Chipre sienta las bases, abre la vía, marca la senda del nuevo capitalismo europeo, tan novedoso como la llegada anual de la Primavera. Una vez, viendo La increíble verdad, de Hal Hatley, la inocente respuesta de una niña neoyorquina a su depresivo padre, me sacó de mi terror milenarista. El fin del mundo –decía éste: los codos apoyados sobre la mesa, la cabeza recogida entre las manos, la vista clavada en el plato de sopa vacío (imagen obvia de ‘la melancolóa’ post-fordista). A lo cual, aquella, la presupongo su hijita querida, le contestaba: El mundo no llega a su fin cuando hay gente ganando tanto dinero. Razón llevaba la chiquilla a tenor de cómo hemos sobrepasado el temido noviembre de 2012.

Pero que el mundo no se acabe, no quiere decir que no se reinaugure. A su propia imagen y semejanza, por supuesto. Si a dios no le cupo sino tomarse a sí por modelo cuando se le vino la ocurrencia de crear al hombre, ¿de qué otra cosa disponía si era él quien estaba en todas partes y a todas horas?, al Capital le ha sucedido tres cuartos de lo mismo, una vez apagadas las ansias revolucionarias que se concretaron en ejemplos tan indeseables como fueron los del socialismo real., aquí, en Europa, y en la Conchinchina. No quieres sopa, pues toma dos platos.

El Caso Chipre evidencia, en primer lugar, lo que había de insolente en el viejo capitalismo: la creencia –muy yanqui, por cierto- en que cualquiera podía llegar por sus propios medios a contarse entre los elegidos. Borges, como no podía ser menos, lo previno desde su paciente ceguera sobre las cosas mundanas, y no hay mejor ciego que el que se lo hace. Dicen que dijo, yo no lo oí, algo así como que un zapatero puede ser presidente de los estados unidos, pero el presidente de los estados unidos, no puede ser un zapatero (en España lo tenemos claro) Más allá de la feliz ocurrencia –tan borgiana ella-, lo que se pone de manifiesto es que ‘no vaya usted a creerse que es rico por mucha fortuna que haya amasado’ (desde Mario Conde hasta el prudente retiro de Amancio Ortega.

El trasfondo de la Crisis que se pretende resolver en el Caso de Chipre, sentando las bases, abriendo las vías, marcando las pautas del Neu Kapitalismus, en efecto, no es otro que el enfrentamiento soterrado entre un Capital con pedigrí (nacional o individual)  y un Capital de parvenus, de capitalistas casposos que no dejan de comer con los dedos sentados a la mesa del Señor. La otrora bien desposada clase media actuando como pantalla de protección entre los ‘naturales’ enfrentados en la desaparecida Lucha de Clases, No en vano podemos tomar como símbolo, su representación simbólica, la caída real del Muro de Berlín y su celebración en el derribo, incluso, de las ruinas de sus ruinas, sobre las que se pretende levantar una extraordinaria ciudadela donde no quepan ya ni las alimañas ni los pidienteros.

En su versión social-demócrata, el Capital de toda la vida (ese cuyo origen sigue estando directamente en el dedo malsino de dios/mercado) hizo las veces del Flautista de Hamelín. Y cumplió, ¡vaya si cumplió!, su misión de eliminar a las ratas (metáfora cuya literalidad espanta) y desmantelar las ratoneras. Por poner un ejemplo, España entera era un paraíso urbanizable donde cada cual tenía su casa y su casita en el campo (metáfora-metáfora, pues campo ya ni había. Pero llegó, inalterable, el día después y el flautista vino a cobrar su recompensa pactada. Las bienhechoras Autoridades, tan ufanas en sus doradas peanas de paja, de oro del que cagó el moro, de plata mexicana, pretendieron, ¡Ay!, el olvido de la deuda contraída, del pago de la deuda contraída, y al Flautista das Kapital no le quedó sino volver a hacer sonar la flauta, para entonces más terrible que las propias trompetas de Jericó.
Y es que ya no tenía donde rascar. Mas tampoco que si se diera de nuevo el caso, volvería, como las golondrinas, de tus bolsillos tus ahorros a robar. En cualquier caso, se lo han fiado largo, hasta 2018.

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