jueves, 22 de marzo de 2012

La rebeldía festiva

Conforme la cultura bizantina, llegará el día en que dios, habiendo envejecido, se jubile. Le sucederá en el cargo san Nicolás de Bari (hubo en cantante melódico con el mismo nombre), a la sazón, protector de los cautivos, los débiles y los pobres.

Lo he leído en el magnífico libro (no dejen de buscarlo) de Demetrio-E. Bisset, La rebeldía festiva. Una historia de fiestas ibéricas (editorial Luces de Gálibo), a eso de las cinco de la madrugada, hora en la que me creo más despejado, cosas de la edad. Pero no ha debido ser así. Probablemente me encontraba todavía bajo los efectos gratificantes de la surreal duermevela, pues lo único que se me ocurrió cavilar nada más cerrar el libro para encender el enésimo cigarrillo del día, fue que si Carlos Marx, o el mismísimo y para mi más querido Mijail Bakunin, ¿por qué no?, hubieran dedicado algo de su tiempo de estudio a introducirse en la vida de los santos, donde tantas promesses de bonheur se nos ofrecen, habrían terminado por descubrir ‘cuánta razón tenían’.

Clara que sabiendo que tanto Marx como Bakunin, cada uno a su manera, fueron unos auténticos energúmenos, ejemplares endemoniados, al verlos dios recoger el testigo de su buen santo, decidiera quizá no jubilarse antes más adelante, temiéndose, entre tanto, que lo suyo más que una jubilación fuese un despido.

Y ahí sigue. Como es, igualmente, que siguen aquí los cautivos, los débiles y los pobres. Cosas que pasan.

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