jueves, 12 de diciembre de 2013

LA MEZQUINDAD DE LOS POETAS



Al morir él, murió su mujer y sus hijos –niña y niño, para ser concretos- también murieron.

Nadie se sentía capaz de explicar tan extravagante sucesión de muertes inexplicables, aun cuando los médicos hablaron  de una enfermedad hereditaria cuyos síntomas desconocían. Los juristas, de obligaciones contraídas mediante documento privado del que en ninguna notaría quedaba constancia. Los ingenieros, por su parte, ofertaron las aplicaciones de una mecánica intrascendente, propia de los motores ensamblados en línea. Los poetas, para acabar, se callaron la consigna que llevaban años elaborando en secreto:

El amor mata.

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