-Bien. Si por preocupado
quiere decir que la espero, le doy toda la razón. Pero si, en cambio, trata de
sugerir que la temo, se equivoca. En realidad, la muerte sólo es una molestia
para los sobrevivientes. Aun cuando pensar así resulta un imposible y, por lo
demás, nada recomendable. ¿Quién querría quedarse?
-¿No cree que morir es
contrarrevolucionario?, por decirlo así.
-Esa es una pregunta
joven a la cual, a mi edad, parece inútil responder. Sería como si admitieras
el fracaso antes de producirse. Siempre queda tiempo para una última promesa.
-O sea, que quien muere
advierte a los demás.
-Eso lo encuentro demasiado
vanidoso: quererse advertidor. A lo mejor, quién lo sabe, un día se da la
primera equivocación de la naturaleza.
-Exceso de confianza
tiene usted.
-Así sería si lo deseara
para mí, como no es el caso. Que me sobrepasen me basta. Hay una mayor tristeza
que la producida por pensar en la muerte, y es vivir echando de menos, cuando,
por otra parte, tampoco se cree en la comunión de los santos. Pero ya no se
bien si porque no creo en semejante paraíso o porque no creo que nadie haya
sido lo suficientemente santo para merecérselo.
-Me sorprende su salida.
-Luego no todo está
perdido, querida amiga.
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