Hay
una llave que no quiere volver a cerrar ninguna puerta.
A
mí, las cosas me gustan como son. Pero bueno, tampoco me disgustarían si fuesen
de otra forma.
En
el campo a los secretos los entierran y, con el tiempo, crecen las matas del
secreto cuyos frutos, unas bayas color lila, se usan luego en las artes
adivinatorias del tiempo.
En el campo los secretos los hay de
dos tipos: secretos de amor y secretos de familia. Los primeros son de aire, y
los segundos: asuntos de tierras y de herencias.
En el campo todos los secretos son
parientes, y es por eso que a los forasteros les resulta tan difícil
establecerse en el campo para siempre.
La razón de que las lilas sean la flor
del secreto, según el poeta Keat, es de sobra conocida en el campo. Pero no se
la cuentan a nadie y los científicos, que se interesan por todo, aún siguen
buscando en las lilas los remedios para muchos males.
Las piedras son secretos muy bien
guardados, y las piedras que más hieren en una de las dreas de los niños del
campo, son las que guardan los secretos más terribles. Y así, hablando y
hablando, el viejo párroco de El Casar de Escalona, d.e.p., sostenía que la
piedra con la que David mató a Goliat en su día, era el secreto del Dios
Verdadero.
Si toda la nieve cayese a la vez
sobre un lugar concreto del mundo, y luego no volviera a nevar jamás en la vida
ni por un instante, entonces la nieve no sería blanca, sería el olvido, que es
entre todos un color vacío.
Los
que sueñan con dineros se levantan con ojos de rapiña.
(o
quizás)
Los
que sueñan con dineros se levantan más pobres que las ratas.
Un fantasma es una sombra que ha
alcanzado su soberanía
El
niño seguía sentado a la puerta de su casa. Sonreía y movía las piernas en el
aire, que no le alcanzaban al suelo. Por un momento pensé si él también
esperaría ver pasar por allí el cadáver de su enemigo, como un viejo cordobés
estoico, y se lo pregunté.
--No
-me contestó sin dejar de sonreír.- Estoy esperando a mi padre, que ha
prometido llevarme al cine esta tarde.
Si
no hay nada entre nosotros es que estamos tan juntos, que no cabe nada entre
los dos.
Apaga
la luz para que veamos la noche.
Estar
muerto, como los pájaros se posan en la rama de un árbol. Un momento. El tiempo
justo de respirar. Y luego seguir el vuelo.
Estar
muerto, me apetece igualmente, como el agua. Un tiempo agua. Un tiempo hielo. Y
un tiempo el vaho que agita la memoria dormida de la eternamente agua.
Pero
reencarnarme: no. Eso nunca.
Jamás
amargarle la vida a otro.
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