miércoles, 4 de septiembre de 2013

AFORISMOS DE LA CABEZA TRONCHADA –II-




Hay una llave que no quiere volver a cerrar ninguna puerta.

A mí, las cosas me gustan como son. Pero bueno, tampoco me disgustarían si fuesen de otra forma.

En el campo a los secretos los entierran y, con el tiempo, crecen las matas del secreto cuyos frutos, unas bayas color lila, se usan luego en las artes adivinatorias del tiempo.
En el campo los secretos los hay de dos tipos: secretos de amor y secretos de familia. Los primeros son de aire, y los segundos: asuntos de tierras y de herencias.
En el campo todos los secretos son parientes, y es por eso que a los forasteros les resulta tan difícil establecerse en el campo para siempre.
La razón de que las lilas sean la flor del secreto, según el poeta Keat, es de sobra conocida en el campo. Pero no se la cuentan a nadie y los científicos, que se interesan por todo, aún siguen buscando en las lilas los remedios para muchos males.
Las piedras son secretos muy bien guardados, y las piedras que más hieren en una de las dreas de los niños del campo, son las que guardan los secretos más terribles. Y así, hablando y hablando, el viejo párroco de El Casar de Escalona, d.e.p., sostenía que la piedra con la que David mató a Goliat en su día, era el secreto del Dios Verdadero.
  
Si toda la nieve cayese a la vez sobre un lugar concreto del mundo, y luego no volviera a nevar jamás en la vida ni por un instante, entonces la nieve no sería blanca, sería el olvido, que es entre todos un color vacío.

Los que sueñan con dineros se levantan con ojos de rapiña.
(o quizás)
Los que sueñan con dineros se levantan más pobres que las ratas.

Un fantasma es una sombra que ha alcanzado su soberanía

El niño seguía sentado a la puerta de su casa. Sonreía y movía las piernas en el aire, que no le alcanzaban al suelo. Por un momento pensé si él también esperaría ver pasar por allí el cadáver de su enemigo, como un viejo cordobés estoico, y se lo pregunté.
--No -me contestó sin dejar de sonreír.- Estoy esperando a mi padre, que ha prometido llevarme al cine esta tarde.

Si no hay nada entre nosotros es que estamos tan juntos, que no cabe nada entre los dos.

Apaga la luz para que veamos la noche.

Estar muerto, como los pájaros se posan en la rama de un árbol. Un momento. El tiempo justo de respirar. Y luego seguir el vuelo.
Estar muerto, me apetece igualmente, como el agua. Un tiempo agua. Un tiempo hielo. Y un tiempo el vaho que agita la memoria dormida de la eternamente agua.

Pero reencarnarme: no. Eso nunca.
Jamás amargarle la vida a otro.

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