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l Salmorejo extendido y expuesto sobre
un rebanada de Pan (payés), aun cuando venga cubierto de una esplendorosa
loncha –fina como el papel de fumar- de Jamón, supone uno de los mayores
atentados a la Lógica culinaria: Pan con Pan es comida de tontos. Así
fuera que a la Hostia bendita en la que supuestamente se sirve el Cuerpo de Cristo[1], hubiera
de añadírsele –se me ocurre sólo como muestra-
una astilla de la madera de la Cruz (conservada en el Monasterio de
santo Toribio de Liébana), al efecto y con el fin loable de mostrar bien a las
claras que el Hijo, en verdad, se sacrifica en el santo Almuerzo. Porque si
recabamos en ello sin que ningún prejuicio nos acore y tampoco nos cohíba el
temor a ofender con nuestras blasfemas –por burdas- palabras a alguna de las
sordas, ciegas y mudas divinidades, o es que el Pan también se sacrifica en el
Salmorejo antes de darnos a probar de él, o es que, en ambos casos, se camufla el
Elemento principal del Plato, cuya esencia sólo brilla -refulge su clara Luz en
la Obscuridad reinante- en la Humildad de la confusión. Tanto aquel que –piadoso-
se acerca a comulgar, como aquel otro que –hambriento- se restaura con el Salmorejo
a la sombra de un olivo, ya vienen convencidos de la banalidad -¡purita contingencia
no más!, así lo diría un mexicano villista mientras raja la tripa de un federal
traidor- de sus respectivas acciones. Mas también lo andan, creídos, de que en
su Obrar cualquiera está el Secreto para ganarse el Cielo y/o para vencer la
acuciante Hambre. Metafísicas actitudes en ambos caso que hacen estúpido
recargar las apariencias. Como si la cosa fuera que tanto el Salmorejo como la
Hostia bendita son lo que son y así hayan de verse: un Concepto.
Por fortuna quedan lugares –pocos, es
cierto, y familiares- donde el Salmorejo todavía se completa con un par de
huevos duros y una más que espléndida ración de patatas fritas. Atávica Costumbre,
ha de admitirse. Pero, igualmente: Desdén materialista hacia la Gracia de
cuantos, por incrédulos, saben que las
Apariencias no engañan cuando el Pan acompaña.[2]
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