Primero: Aparece. Luego: Parece.
Aparece lo que más tarde sólo Parece. Como
si Aquello se conservara pegado –hilo sin cabos; filamento sembrado para que
alumbre- con su Ser verdadero, que está
en lo que Parece y no es lo que Parece. Mas, con todo –la Palabra se Carnifica-,
Parece posible soñar lo que Aparece. Contar con lo que Aparece, es cuanto nos
Parece y se nos Queda.
Aquello (en mis casos digo bien si
digo Aquella) es lo más Parecido a lo Aparecido. La A –prometedor comienzo- se
siembra, se oculta, desAparece en el interior oscuro de la tierra removida,
pisada, regada, soleada mientras se la observa en la imposible mirada de la
espera.
La A –semilla parva; grana inquieta-
que más tarde, en la suma de los días inconstantes, reAparece, busca el Aire
para que lo invisible tenga Nombre, Apariencia nombrada (porque la Rosa es la
Rosa es la Rosa pese a lo que habla de ella) de la que la Cosa Hombre-Mujer se
alimenta y al fin sale fiel A sí misma en los Retratos.
Déjame, pues, Amor, de Herencia tu
Apariencia.
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