miércoles, 30 de diciembre de 2015

¿DE TRES SOBRA UNO?




T... aprovecha cualquier ocasión que se le presenta –sea por fiestas o por dormirnos; por navidad o en la semana santa- para cantarnos, una vez más,  la ilustrativa ‘Parábola de los tres cerditos’: aquellos cerditos sin provecho que una nochebuena se fueron a la cama luego de cenar copioso, y una vez dormidos, soñaron con absoluta libertad, como corresponde a la escritura automática del papa negro, don André Breton. Allí, en los sueños independientes de cada uno de los cerditos, según Teresa ocurrieron cosas bien distintas a pesar de que el día había sido el mismo para todos (señal ineludible de que, por mucho que se quiera ser condescendiente, siempre habrá una mala y una buena literatura). 

En eso, el mayor de los cochinos soñó ser un rey poderoso y glotón –guloso y gotoso, podríamos apostillar- y, animado a complacerlo, uno de sus ministros (¿el de Interior?) mandó traer quinientos pasteles sólo para él.

Del guarro mediano, ¡qué coño me voy a acordar de su estúpido sueño! De él nunca logré enterarme si era que soñaba o desbarraba, como cualquier hermano de en medio. En cambio, sí recuerdo al más pequeño de los tres, un cochinillo lindo y cortés, sólo soñaba con trabajar y poder ayudar a su pobre mamá.

Lo siento, lo siento mucho y en profundo, pero al rememorar aquellos agradables ratos con T... cantando a lo Judy Garland en El mago de Oz, se me representa la imperecedera –la calificó Pepín Bello- amistad forjada entre Federico García Lorca (Asquerosa 1898 – Alfacar 1936), Salvador Dalí (Figueras 1904-1989) y el cineasta aragonés don Luis Buñuel (Calanda 1900 – Ciudad de México 1983), si bien he de confesar que, por más de devanarme los sesos, como se suele decir, en el asunto, no alcanzo a distinguir el papel de uno y otro en la renovada parábola, puesto que si me parece obvio el del tercero de los tres: dirigir la película.

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