¿Hay vida más allá del Capital? La pregunta sobrepasa lo retórico si, como sostiene Jameson, vivimos en un mundo donde –en efecto- no hay espacios fuera del alcance del capitalismo. La desintegración del viejo –tan viejo nos parece hoy- Socialismo real así lo ha venido a demostrar con una suficiencia tal, que no podía sino mostrarse como altanería y menosprecio. Altanería en la valoración de la propia propuesta capitalista (única y global). Y menosprecio hacía los espacios vacíos que la desaparición de los Estados comunistas (todo lo falsos que se quieran) ha originado, y cuya finalidad última consistía –y anda en ello- en hacer del planeta un territorio de caza para el Capital, vuelto, a su vez, por esas artes de trilero que es la globalización, en un espectro sin residencia. Deslocalizado. Ubicuo. Tan pronto aquí como allí. Presente sólo en su representación (¿democrática?). espectáculo invisible –pero necesario- con lugar inaccesible ahí donde se cuece el teatro de sombras a cuya proyección asistimos ensimismados, bobalicones, confiados más en el milagro que en la maña y en la trampa.
Que la representación democrática del
Capital ha supuesto ‘un esfuerzo’ digno de la recompensa que ahora espera
recibir, queda fuera de cualquier cuestionamiento. El sobrepasado siglo XX da
buena cuenta de ello. Sin mentar el nazismo en tanto vanguardia (que se les fue
de las manos) de un capitalismo inexcusable, desde el aplastamiento de la
Revolución española del treinta y seis (en el cual tomaron partes ambos bandos),
pasando por la represión en Grecia tras la IIª gran guerra, la anulación simbólica
que significó el engendro eurocomunista, hasta las guerras sucias de América
latina y la ‘enfermización’ de África y Asia, parece estar cada día más claro
el afán capitalista por desertizar el mundo nuestro (es un decir) de
cualesquiera ‘otras miradas’ que pudiesen cuestionar –sólo cuestionar- su
Visión exclusivista. Y lo ha conseguido. La Historia, efectivamente, ha llegado
a su final anunciado, mas no porque los tensores que la mantenían en marcha se
hayan equilibrado y estabilizado, sino por todo lo contrario. Porque uno de
esos tensores, el del Capital, ha arrastrado al otro (¿el proletariado?) al
abismo o a la conformidad. El dudoso ‘punto muerto’ que supo ser la Sociedad
del Bienestar, la Social Democracia, ampliamente aceptado por parte de las ‘izquierdas
sensatas’ (todas sin exclusión) que decían representar a las ‘clases
desfavorecidas (¡valiente eufemismo!), significó, realmente, su renuncia explícita
a la Lucha de Clases. Quizá confiadas –aunque mejor: compradas- en que de la
otra parte, de la parte del Capital, se estaba por lo mismo. Pero el Capital lo
tenía claro. Por supuesto que hay Lucha
de Clases y los Ricos estamos ganando, terminó aclarando la cuestión –y la
Historia- Warren Buffet, 58.000.000.000 de dólares a la espalda. Los ricos han
ganado la Lucha de Clases: ¡cómo, coño, si no, iban a seguir siendo ricos! Porque
los ricos ya no son de este mundo. A cambio nos han dejado el Mundo democratizado
–salvo excepciones que lo ratifican- si por tal se entiende la lona, el tatami,
el espacio vacío de la lucha individual por la supervivencia en la igualdad del
‘todos iguales porque todos somos nada’. Bien pensado, el capitalismo acaba de
hacer realidad lo que se sabía era indispensable. Que no seríamos iguales si no
lo éramos económicamente. Tanto da si era que todo se repartía o que todo nos
lo quitaban.
Nos queda el cuerpo, pero si creen,
como lo creía Spinoza, que nadie lo que puede o vale un cuerpo, lean, si les
place, porque tiempo tienen de sobra, los libros que les muestro y sienta la que nos espera.
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