Abandonen toda esperanza, España no se
disolverá jamás, dice el PP (La Vanguardia 09102013)
Me cuesta pero he de reconocerlo: hoy he pasado un día tranquilo y confiado al
saber que España no es un terrón de azúcar, una pastilla de sopicaldo y ni tan
siquiera uno de esos medicamentos efervescentes contra todo tipo de achaques.
España, muy al contrario, al menos para la horda ppeppera, es algo sólido,
rocoso y, si una nave con destino en lo universal (ppeppe Antonio), una nave
bien anclada. Ya Estrabón la comparó en su mocedad (la de España, me refiero)
con la piel de un toro, animal totémico donde los haya, propenso a las embestidas
–justo es reconocérselo- pero inmovible cuando clava sus pezuñas en la arena
dispuesto a recibir estocada tras estocada con encomiable aguante; ‘impasible
el ademán’.
Andaba yo temeroso de que, con la que
está cayendo, España fuese a borrarse del mapa cualquier mal día y nos
quedáramos los españoles como flotando en el aire; mecidos por el viento o a
merced de las olas que antaño solían estrellarse en nuestras cosas. Pero la
confianza del PP ha valido para devolverme a mí la mía. Porque –me dije
mientras leía el periódico tendencioso- hay España para rato. Pase lo que pase,
España no se hunde. España es como el Corte Inglés. Que si no te gusta, te
devuelven tu dinero.
-Eso de que te devuelven el dinero... –sentí
meterse en mi cabeza la obstinada obsesión de mi primo rojo animado a
atosigarme la fe.
-Bueno, tampoco hay que pasarse –le corté
a tiempo, como si mis palabras, por profundamente sentidas, pudiesen servir de
antibiótico ante la invasión infecciosa.- si no te gusta, te jodes –como comprendí
que quería decirnos el PP.
Nota bene. Cualquier anti-nacionalismo
que se precie, comienza y acaba expresándose contra la propia nación de uno. Jamás
contra las naciones ajenas.
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