...lo espero, lo deseo y estoy
convencido.
M Rajoy emplea esta muletilla con una asiduidad tal, que ya empieza a resultar
sospechoso el hecho. Al menos, a recelar de su inteligencia y capacidad para
expresarse más allá de lo que trae aprendido, quizás en razón de haber gastado
todo el fósforo de su cabeza –y bien hermosa que la tiene- en traducir del
alemán la dichosa frasecita .
La pregunta es ¿qué quiere decirnos M
Rajoy cuando nos dice...lo espero, lo deseo y estoy convencido?
Totum revolútum. A la vez. En el mismo y único acto (supuesto) de esperar,
desear y estar convencido. La espera es cuestión de tiempo; un tiempo, claro
está, incalculado e incalculable, capaz de cubrir desde un instante a la
eternidad entera. El deseo depende de la suerte, del azar y, en la mayoría de
los casos, de la disposición que manifiesto lo otro, lo deseado, por plegarse a
nuestro capricho, de modo que lo más aconsejable es volver a esperar. Y el
convencimiento desde luego no añade nada nuevo a lo ya expuesto. A la manera de
M. Rajoy, ‘estoy convencido’ queda tan alejado de lo principal de la oración,
que es imposible saber si se refiere a ello o a esto otro de que espera y desea.
Es decir, si de lo que está convencido es de su esperanza y su deseo. Por
ejemplo: el paro ha bajado el último
trimestre... lo espero, lo deseo y estoy convencido. Es lógico que estuviese
convencido si el trimestre de referencia ya ha vencido (perdón por el pareado),
pero, entonces, ¿por qué insiste en que lo espera y lo desea? De modo que si ‘estoy
convencido’ enlaza con ‘el paro ha bajado el último trimestre’, más parece
darnos a entender que cuanto le convence es su propia mentira, a la espera,
deseable, ¡cómo no! O bien que M. Rajoy vive permanentemente en Canarias y
espera, desea, está convencido de que en ese hora atrás con que cuentan los
canarios para oír las palabras de M. Rajoy en su ‘tiempo verdadero’, tenga lugar
el milagro.
Puede que sea así o puede que sea de
otro modo. La verdad: no lo sé. Yo también me confundo y me pierdo cuando oigo
a M. Rajoy. Desde la primera vez en escucharlo vivo in albis. Como el tonto del
pueblo o es discípulo zen que acaba de recibir una patada en las espinillas del
viejo maestro como práctica explicación de qué es el satori. Tantos años
desperdiciados en buscar el sentido en las palabras y con las palabras, para
acabar teniendo que darle la razón (¡y qué me importa! si así son las cosas) a
Rafael Alberti: las palabras entonces no
sirven: son palabras. Pero no entonces: Nunca.
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