lunes, 4 de abril de 2016

LA PESCADERA ILUSTRADA



¿Por qué piensa Félix de Azua, reciente Académico, que Ada Colau debería estar despachando pescado en lugar de ejercer como alcalda (alcaldesa me suena como poetisa: un menosprecio) de Barcelona, Ciudad Condal? Entre los variopintos destinos que se le pudieran dar a Ada Colau –cara de buena vecina de enfrente; cuerpo de ama de cría, la retrataría Juan Marsé, en Hermano Lobo, en tanto figura contrapuesta al otrora espigado y guapo de portada Azua-  ¿escogió el autor de la historia de un idiota el de pescadera por azar o tras larga y sesuda meditación filológica-conceptual? Me decanto por lo segundo, aunque lo haga con más de atrevimiento que de fundamento. Bien pudo don Felix en su imaginación fecunda ver a la Colau charcutera, peluquera de suburbio, moza de farmacia, comercial de electrodomésticos de segunda mano, cajera de supermercado, incluso china de un chino de todo al euro, mas si, entre tanto donde tenía para elegir, al cabo se inclinó por soñarla pescadera –lo cual tendría impedido en Madrid, pues aquí todos los del gremio bajaron de la provincia interior leonesa- no deja de presentar su puntito intencionado. Y yo aún diría más, su puntito malintencionado.

Parafraseando al enorme Jorge Luis Borges, cualquiera podría dejarse llevar por el sofisma: lo bueno y lo malo de la democracia está en que una humilde pescadera alcance la alcaldía de Barcelona (¿lo bueno?), tanto como una apenas si preparada pescadera no debe, por ningún concepto, ser alcalda de tan grande ciudad mediterránea (¿lo malo?)*. Sencillamente porque no, añadiría el ínclito Borges, quien era todo un señor de buena familia poco dado a darle mayores explicaciones al servicio. En cambio, Félix de Azua, muy apañado en el oficio de las lecturas y los pensares subsiguientes, no dudaría ni un instante en echar mano del mismísimo Pierre Bourdieu, recurrente sociólogo galo, en su afán de dejarnos claro, de forma razonada, la evidente distinción entre una alcalda y una pescadera. Límite suficiente e insalvable para que la última ostente la dignidad de la primera, por más de haber algún pérfido Pigmalión (recuerden My fair Lady de George Cukor, si no tienen a mano el original de Bernard Shaw), partidario fiel de la enseñanza pública y obligatoria, empecinado en hacernos ver lo contrario, sobre todo desde que [democráticamente] lo único que han de hacer los confundidos pigmaliones de turno, es acudir a votar en masa.

No sé si sería desmedido concluir que el una vez novísimo poeta socava con su ‘estudiada apreciación’ los principios de la democracia (a más de nada, por lo manido de la frase). Así que me lo callo. No lo digo aun cuando lo haya dicho para visualizar que, definitivamente, no lo he hecho: decirlo. Además, lo que yo pretendía era aclarar los posibles motivos que llevaron a Felix de Azua a elegir el oficio de pescadera para Ada Colau. Tampoco lo tengo muy claro, confieso sin ningún recato. Sólo se me ocurre si no será que, trase su larga  e instruida experiencia, nuestro más bello académico (por comparación con el resto) ha alcanzado, por fin, el conocimiento, y ello le ha obligado a reconocer humildemente que vivimos en un mercado en el cual ya está todo el pescao vendío, y en esto creo que no le falta razón.

*Borges se valía de la figura del zapatero en su atrabiliaria sentencia, pero, conforme a mi parecer, ésta quedó desmontada cuando, efectivamente, Zapatero salió elegido presidente.  

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