¿Por qué piensa Félix de Azua, reciente Académico,
que Ada Colau debería estar despachando pescado en lugar de ejercer como
alcalda (alcaldesa me suena como poetisa: un menosprecio) de Barcelona, Ciudad
Condal? Entre los variopintos destinos que se le pudieran dar a Ada Colau –cara
de buena vecina de enfrente; cuerpo de ama de cría, la retrataría Juan Marsé,
en Hermano Lobo, en tanto figura contrapuesta al otrora espigado y guapo de
portada Azua- ¿escogió el autor de la
historia de un idiota el de pescadera por azar o tras larga y sesuda meditación
filológica-conceptual? Me decanto por lo segundo, aunque lo haga con más de atrevimiento
que de fundamento. Bien pudo don Felix en su imaginación fecunda ver a la Colau
charcutera, peluquera de suburbio, moza de farmacia, comercial de
electrodomésticos de segunda mano, cajera de supermercado, incluso china de un
chino de todo al euro, mas si, entre tanto donde tenía para elegir, al cabo se
inclinó por soñarla pescadera –lo cual tendría impedido en Madrid, pues aquí
todos los del gremio bajaron de la provincia interior leonesa- no deja de
presentar su puntito intencionado. Y yo aún diría más, su puntito malintencionado.
Parafraseando al enorme Jorge Luis Borges,
cualquiera podría dejarse llevar por el sofisma: lo bueno y lo malo de la
democracia está en que una humilde pescadera alcance la alcaldía de Barcelona
(¿lo bueno?), tanto como una apenas si preparada pescadera no debe, por ningún
concepto, ser alcalda de tan grande ciudad mediterránea (¿lo malo?)*. Sencillamente
porque no, añadiría el ínclito Borges, quien era todo un señor de buena familia
poco dado a darle mayores explicaciones al servicio. En cambio, Félix de Azua,
muy apañado en el oficio de las lecturas y los pensares subsiguientes, no
dudaría ni un instante en echar mano del mismísimo Pierre Bourdieu, recurrente
sociólogo galo, en su afán de dejarnos claro, de forma razonada, la evidente
distinción entre una alcalda y una pescadera. Límite suficiente e insalvable para
que la última ostente la dignidad de la primera, por más de haber algún pérfido
Pigmalión (recuerden My fair Lady de George Cukor, si no tienen a mano el
original de Bernard Shaw), partidario fiel de la enseñanza pública y
obligatoria, empecinado en hacernos ver lo contrario, sobre todo desde que [democráticamente]
lo único que han de hacer los confundidos pigmaliones de turno, es acudir a
votar en masa.
No sé si sería desmedido concluir que el una vez
novísimo poeta socava con su ‘estudiada apreciación’ los principios de la
democracia (a más de nada, por lo manido de la frase). Así que me lo callo. No lo
digo aun cuando lo haya dicho para visualizar que, definitivamente, no lo he
hecho: decirlo. Además, lo que yo pretendía era aclarar los posibles motivos
que llevaron a Felix de Azua a elegir el oficio de pescadera para Ada Colau. Tampoco
lo tengo muy claro, confieso sin ningún recato. Sólo se me ocurre si no será
que, trase su larga e instruida experiencia,
nuestro más bello académico (por comparación con el resto) ha alcanzado, por
fin, el conocimiento, y ello le ha obligado a reconocer humildemente que vivimos
en un mercado en el cual ya está todo el pescao vendío, y en esto creo que no le
falta razón.
*Borges se valía de la figura del zapatero en su
atrabiliaria sentencia, pero, conforme a mi parecer, ésta quedó desmontada
cuando, efectivamente, Zapatero salió elegido presidente.
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