jueves, 28 de abril de 2016

UN SERIO ASUNTO



No lo puedo evitar. Acaso no lo quiera como de veras hay que quererlo: mitad esperanzado y mitad paciente. Y el caso es que lo siento. Mucho y en profundo. Lo siento como cuando te hieren con una cuchilla de afeitar y a la vista de la sangre te desmayas. Pero bueno, así son las cosas; al menos las cosas mías, las cosas que a mí me suceden y me desequilibran cada día. En concreto, y para ser breve, pues no es cosa de perder el tiempo cargando con cuanto sólo nos deteriora avant la lettre, voy a referirme a lo que me pasa y siento, y detesto sentirme así como me siento, al iniciar la lectura de No volveré a ser joven, de Jaime Gil de Biedma, y leo, en voz alta, para alejarme un poco de las palabras que me llegan extrañas, repito: Que la vida iba en serio / uno lo empieza a comprender más tarde... y ya no puedo continuar porque una segunda voz se me echa encima, así un camión volcara sobre mí toda su carga de arenas movedizas –desde muy chico les tengo pánico por culpa de las películas de Sandokán, el tigre de Malasia. Es una voz bronca, tenebrosa, arcaica, como la que en la verdad histórica debieron gastar Pedro Picapiedra y Pablo Mármol. Y esa voz que oigo repite incansable, mortecina, como un mantra recitado por monjes infernales: En el día de hoy, cautivo y desarmado el ejército rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado.

Por favor, no adviertan tan temprano la derrota. Y quién es quién para decir que las guerras acaban algún día. Al menos, las guerras civiles. 

...la vida
Val només per moments
Inesperats d’intensa
Felicitat que no podem
Fer nostra del tot
Ni retenir-la gaire estona.

Tampoco es mucho pedir, como me aconseja Joan Vinyoli.

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