Una
novela más de Antonio Muñoz Molina. Ya saben. Se lo pueden imaginar si no lo
saben. Pulcra sintaxis, sensatez, sentido común, verismo significamentoso,
confesiones que no incluyen propósito de enmienda porque el presente terminó
siendo como tenía que ser, ad maiorem dei gloriam.
La lectura
de Como la sombra que se va provoca
esa agobiante sensación de haber estado haciendo algo innecesario. No por ti,
sino por el propio Muñoz Molina. Para que interese la reconstrucción del
pasado, para que la nostalgia sea eficaz, es preciso (pongamos conveniente)
creerse pasear por un presente insatisfactorio. O bien saber fingirlo así. Y este
no es el caso si se nota (esto sí, con excesiva brillantez) que el autor
escribe desde la felicidad de lo que tiene: una ella pelirroja y adorable.
En fin,
una novela que se deja leer con solvencia, pero a la que no quiere por más empeño que le pongas.
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