domingo, 10 de noviembre de 2013

LA GLOBALIZACIÓN DE LA MIERDA




Doña Ana Botella, a la sazón Alcalda postiza de Madrid, tuvo una genial idea –una idea de esas que te hacen clamar ¡Eureka! y te enciende una bombilla de cien vatios por encima de la cabeza- nada más ser informada de la huelga de Barrenderos y demás servicios de limpieza de la Capital del glorioso reino de España.

-Pues, nada –dijo la señora Botella desbordada de alegría por haber hallado ella sola y sin ayuda de nada la solución a tan descomunal conflicto.- Nos llevamos las calles de Madrid a un país multicolor donde los pobres no sean tan melindrosos ni quisquillosos.

A los leales concejales de distrito asistentes al feliz parto resolutorio, se les descompuso el rostro y se les aflojó la gomina. Agitados como las lombrices (¡que son gusanos!) de un queso blando, intentaron responderle, pero por más de quererlo, no lograron recomponerse con presteza de un golpe tan severo. Doña Ana, entretanto, aunque sólo transcurrieron un puñado de segundos, tomó el silencio de los asistentes por una admirosa aquiescencia y se dispuso con grandes aspavientos a firmar el Edicto por el cual se trasladan las calles de Madrid a la lejana Indonesia, pongamos por ejemplo.

En ellos andaba cuando entró en la Sala de Juntas la ex-presidenta doña Esperanza Aguirre, fiera neoliberal a quien los prontos de doña Ana ya empezaban a atacarle los nervios.

-Pero mira si serás boba, Anita –gritó y hasta los leones de piedra de la estatua de la diosa Cibeles, a los pies del Ayuntamiento, se estremecieron.- Todo se globaliza, Amor, menos la mierda. Te lo tengo dicho.

-¡Ah! –salió de la boca de doña Ana un suspito con aromas de anisete- No sabía... que estabas ahí –añadió mirando a doña Esperanza y dejando de leer el escrito al que el infatigable Pedro P. daba los últimos retoques retóricos.

-¡Y dónde iba a estar si so ya cinco días recogerse las basuras!

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