En el Juicio Final -¡dita sea!- ¿nos
llamarán por orden alfabético de los apellidos o por el orden de llegada? En
cualquier caso, la cosa irá para largo.
Entretanto, la familia vuelve a ser la
solución. La vieja y (por tantos otros motivos) cuestionable familia vuelve a
ser el paradigma de la sobrevivencia. El hijo, obligado por la ley celestial a
abandonar la casa del padre y hacer la casa propia, regresa a aquella cuando la
suya (pero a cuenta) se le cae encima. El padre, por su parte, sin llegar al
extremo de Belén Esteban: ¡por mi hija
mato!, se resigna a repartir lo que ya no son sino los restos, la ridícula
compensación a una vida que si no hubiese
sido por los niños, mira tú si la iba a haber vivido así. Sin embargo,
tanto en el uno como en el otro, en el padre y en el hijo, gana la resignación,
y la familia, como siempre, retorna el reducto firme, seguro, inviolable contra
los males del vecindario, la sociedad, el mundo. La metáfora de la colmena se
diluye ante la metáfora del nido. Microtopias.
Uno de los rasgos constitutivos del
‘capitalismo caníbal’ de nuestro tiempo –quizás el menos visible, pero también
el más necesario para su proyecto- es la disolución efectiva de cualquier
promesa de felicidad. A lo lejos, en el horizonte, no se vislumbra no el
retardado juicio final que pondría a cada cual en su sitio, ni la sociedad sin
clases plena de bondades y ni siquiera –mucho más cercano, casi a la orden del
día- la aventura personal de salir de casa y hacer tu vida lejos de casa. La
razón expansiva que justificaba la existencia de la familia ha perdido su rigor
ante la familia como organismo cerrado, completo, un microcosmos sin relación
posible con un exterior ocupado por entidades tan iguales, que entre ellos sólo
es factible la violencia, motivada no por la envidia de sus posesiones
(inexistentes) sino por el mero afán autoprotector que todos sentimos frente al
espejo, si nada más contamos con nosotros mismos para sobrellevar el trago.
Cacotopías.
¿Cuánto tardará el padre en levantarse
una mañana convertido en el Saturno que devora a sus hijos? ¿Cuánto aguantarán
los hijos sentando el cadáver del padre a la mesa para seguir contando con su
pensión? ¿Cuándo será que el hermano asesine al hermano a la vista de que el
reparto resulta insuficiente? Al fin y al
cabo, no resulta tan descabellado [pensar] que la pobreza no pueda soportar la presencia del otro. (Kevin Power)
Ni siquiera en familia. El show de lo real. La vida en tiempo presente, amigo
mío.
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