viernes, 11 de julio de 2014

LAS MOSCAS



No hay día en que las moscas no vengan a distraerme de la escritura.

Les he cogido cariño y las amparo como me gustaría que hiciesen conmigo de ser yo quien fuera a molestar a alguien en su trabajo.

Les pongo azúcar, miel, mantequilla, mermelada, rodeando el papel que tengo enfrente y, entre tanto, me conforto viendo cómo les agrada el dulce.

Pierdo la mañana con sus vuelos y si, al cabo, las veo irse con el apetito saciado, pienso que ya es tarde para empezar a escribir de otra cosa que no sean esas moscas amigas que me han tomado por su desinteresado protector.

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