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Ay, Dolores, qué te voy a contar |
A la verdad no se opone la mentira,
sino otra verdad, afirmaba Ortega y, en consecuencia, cuando ayer mismo el
Presidente del Gobierno sr. Rajoy reiteraba hasta tres veces –como Pedro negó a
Jesús de Nazaret-: es falso, no mentía, decía otra verdad, su verdad;
concedámosle este lícito beneficio, que no es poco.
La cosa es, no obstante, que la
proposición orteguiana no ofrece a la verdad mayor autenticidad y credibilidad,
y si todo lo contrario, pues en buena lógica –lo cual significa que también la
hay mala, liosa, engatusadora, como, por ejemplo, la lógica usada por Eva a fines
de llevarse a Adán al huerto- y para echar a andar, ni siquiera podemos estar
seguros de si es verdad lo dicho por Ortega. Tan sólo que resulta muy
conveniente, para todos, creer en ello. Así que creamos. Creamos en la
existencia de tantas verdades como gentes dicen estar en posesión de la verdad.
Llegados a este punto, sólo queda
admitir que nos negamos la capacidad de juicio, la posibilidad de distinguir
entre la verdad y la mentira. Nos colocamos en un relativismo tan absoluto, que
hasta el agnosticismo pasa por ser un actitud demasiado severa. Incluso dudar,
mantenerse en la duda, como gustaba Unamuno, es exagerado.
Pero, gracias a dios –lo mismo si
dijésemos: gracias a ese instinto salvaje de sobrevivir a costa de cargar
nuestras culpas en otro siempre ausente, porque nunca, jamás faltará un tiesto
para una mierda- no es como parece. En lo cotidiano, en lo mecánico de tirar
pa’lante, el ‘común’, no suele echar mano de los pensamientos más atrevidos de
los mejores pensaores, y sí del atrevimiento mismo propio de cada uno. Al caso,
quiere ello significar que ya ni nos altera ni nos mueve de lugar el hecho de
saber distinguir entre lo que puede ser verdad y lo otro, no necesariamente
mentira. Nos conformamos con diferenciar –mas por necesidades prácticas, por la
urgencia del momento: si no salimos enseguida de aquí, la mierda va a acabar
por caernos encima- entre lo creíble y lo increíble. Nos basta y nos sobra con
elegir la fe más adecuada a las circunstancias, que a veces coinciden con los
hechos ciertos , y entonces sirven para provocar un cambio anunciado, y a veces
no, y entonces es el comienzo de una mutación radical, o como antaño se
proclamaba con cierto énfasis no exento de ilusionismo, de una revolución en
toda regla
En resumen, y retomando el tema
principal –aun cuando a mí más me guste de la escritura sus derivas; esos
intersticios (Peter Handke) que abre en la seguridad traída al empezar a
escribir, quede como excusa), que tiene poca sustancia, seguramente ninguna, si
lo dicho por el Presidente del Gobierno sr. Rajoy, es verdad, es mentira o es
la verdad del mentiroso.
Hay frases redentoras que ayudan a
sobrevivir. Así, la de Cristo en la cruz al Buen Ladrón: mañana estarás conmigo
en el reino de los cielos, creo. O la de Fidel Castro (bueno, las comparaciones
siempre son odiosas en una u otra dirección) siendo juzgado por los chicos de
Batista por el asalto al cuartel Moncada: la Historia me absolverá. Conociendo la
capacidad profética del sr. Rajoy, la suya: es falso, es falso, es falso, suena
como un detournement Situacionista de las precedentes: Ayer estarás conmigo en
el reino de las Caimán (se va, se va) y, lo siento por él, la Historia me
condenará, como ya lo ha condenado por las mentirijillas que no han dejado de
ser sus vacíos prometidos electorales.
No, si por creerle, yo le creería. Pero,
mire usted, obras son amores y no buenas razones, pienso.
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