La propiedad
privada no comienza, según pensaba Proudhon, con el robo, sino con el trato de
toda la propiedad común como si fuera la posesión privada del rey, cuya vida y
cuyo bienestar se identificaban con los de la comunidad. La propiedad era una
prolongación y una ampliación de su personalidad, como representante único de
la totalidad colectiva. Pero una vez aceptada esta pretensión, por primera vez
podría enajenarse la propiedad, esto es, separarla de la comunidad por regalo
individual del rey.
La
separación y división de la propiedad comenzó con el otorgamiento de dádivas
por parte de los gobernantes absolutos a sus compañeros de la nobleza, sus
allegados y sus servidores, en recompensa por los servicios prestados.
Lewis Mumford. La ciudad en la
historia. (pepitas de calabaza ed.) O sea, la cosa viene de antiguo. De los
tiempos de Hammurabi o Mari Castaña. Pero, basta cambiar rey por Estado, dádiva
por privatización, totalidad colectiva por mayoría absoluta, y otras cuantas palabras al
gusto de cada uno, para que la situación nos resulte harto conocida y sepamos
de qué se está hablando hoy cuando nos hablan de liberalismo, de mercado: zarandajas
de mercachifles.
Mexan por nós e din que chove.
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