sábado, 19 de enero de 2013

LA NIEBLA SE ADUEÑÓ DE MADRID



Cuando se apartó la niebla, el dinosaurio aún seguía allí –según Monterroso.
La niebla no se parece a nada verdadero –según Nicéforo.
Yo tenía un tío Sol que era un fracasado de nacimiento, pero mi tío Sol sabía cantar Niebla –según Cummings.
Sopló, y las palabras se deshicieron sobre el papel, pero todavía quedan rastros de niebla donde moran las alimañas y los mendigos –según Borges.
O sea, que luego de llover: escampa, y la casa se queda llena de figuritas que una vez fueron adorables.
Esplendor en la niebla –según Kazan, que miraba complacido a la esplendorosa Natalie Wood cambiándose de blusa.
Los Reyes Magos me han traído un reloj anti-niebla, que cuando hace sol: en lugar de la hora da palmas por bulerías.
Recuerdo con agrado -¡cuánto me agrada recordarlo!- mis primeras nieblas las lejanísimas mañanas escolares –según Juan Ramón. Albergaba la alborozada esperanza de que el chófer del autobús –Antonio- equivocara la carretera y acabásemos cayendo en los abismos del Darro. Entonces, para mí la niebla era un suave colchón de plumas sobre el cual caeríamos los colegiales. Los colegiales nos salvaríamos mientras los profesores, en realidad, se despeñaban.
Te temo más que a un nublao –se acordaba Valle de las terribles madrugadas en las que salía a varear aceitunas.
Niéblame, amor. Nunca te aclares conmigo.
La niebla azucarada que vendían en la feria del Corpus. Las había de todos los colores, pero los feriantes las combinaban de tal manera, que siempre mirábamos el arco iris.
La niebla se vuelve piedra en Unamuno (miré qué hombre. Si hasta el nombre da susto)
¿No se llamaba Niebla el perro de Heidi?
Simenon aprovechaba la niebla para cometer crímenes horrendos que luego el pobre Maigret tenía que resolver. Mais, ¿cómo se disuelve un crimen?
No se me ocurren más tontunas sobre la niebla. Estoy nublao.
Jaume Sisa: Quealsevot nit pot sortir el sol
El galego: Mais, de todas las noches acaba saliendo el sol.

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