jueves, 15 de noviembre de 2018

EL MAESTRO Y MARGARITO

fotografía de Concha Hernández


Maestro, me he cogido un nirvana de cuidado.

Y el Maestro le correspondió ofreciéndole una aspirina.

Nada más bajarle la fiebre y recuperarse,  se apresuró a mostrarle su agradecimiento con efusión.

Entonces el Maestro, entusiasmado, le rompió una pierna.

¡Cómo duele! –se quejó el muchacho y el Maestro volvió a lo de la aspirina.

Al poco de estar él curado, aunque debía andar algo renco, fue el Maestro quien se puso a morir a causa de un cólico irredento.

Con muy buena intención, el muchacho hizo cuanto estaba en su mano por atenderlo. Hurgó con celo en la mochila donde el Maestro guardaba las aspirinas y habiéndolas encontrado, disolvió un par de ellas en un vaso de agua azucarada, que enseguida le dio a beber.

Pero el Maestro se lo rechazó con gesto grave. Mucho más sabio que su discípulo, pese al tiempo que llevaban juntos compartiendo experiencias, conocía que la cafeína de la aspirina [plus 500 mg, como era la suya] aumenta, en ocasiones, la efectividad sincrónica de la diarrea.

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