
El entusiasmo le duró poco. Enseguida –el tiempo que
tarda el perdigón en alcanzar el corazón de un pájaro- volvió a sentirse
agobiado. Pero ambas sensaciones, el entusiasmo y el agobio, con serle nuevas, le
parecieron un avance en su reciente misión. No iba a desanimarse. Entre aquel
que supo hacerse una promesa y éste que ahora se desengañaba de ella y se
preguntaba ¿Qué va ser de mí?, algo
había pasado. Algo muy grande. Casi tanto como la nada que lo rodeaba.
Para nosotros es muy fácil darlo todo por hecho.
Nacimos ya tarde. Cuando empezaba a anochecer de nuevo, a la vuelta de aplaudir
la puesta de sol como en un concierto, sabedores de que, por más que se
retrase, por mucho que se haga de rogar, habrá un bis de nuestro grupo
preferido estirándonos el rato que vivimos. Pero para aquel hombre, previo
incluso al barro del cual sería formado, una vez llueva y haya, luego, barro y un
alfarero mañoso que sepa qué hacer con él, las cosas nunca le fueron sencillas,
pues ni siquiera tenía cosas en las cuales fijarse e imitar. Simplemente, aquel
hombre de quien hablamos como de un vecino, formaba parte del vacío. Sin
conciencia, empero, de que, para su
suerte, con algo sí contaba, si era que,
desde la inopia, acababa de tropezar con el tiempo. El tiempo donde él nunca
entraría, no sabemos, tampoco nos concierne, si voluntariamente o por dejarnos
sitio.
-Y así fue como “El vacío creó el vacío a su imagen y
semejanza”. Mas en lugar de llamarlo vacío, como hubiese correspondido en “el
caos de la igualdad” (Guido Almansi) reinante en el vacío, lo llamo “tiempo”,
pues sólo lo que no es lo mismo puede parecerse a lo mismo*, en “el caos de lo
diferente”**, que le siguió “Detrás por delante” (Alberto Cardín). Desde
entonces, el tiempo no deja de llenarse con las cosas que en el vacío se echan
de menos, como en casa de pobre.
Cada cosa a su tiempo. Momento y retardo a un tiempo.
Como si una vez el alfarero tiene el barro en sus manos, ya sospecha que cuando
termine de ocupar(se en) el tiempo, se ganará el vacío de nuevo. Los tiempos
muertos, tiempos donde no corre el tiempo, no se dan fuera del baloncesto.
*¡Ojo! “De entonces en adelante tendremos semejanza
(el hombre puede tener cara porcina, parecerse por tanto a un cerdo), no
similitud (el hombre de la cara porcina no tiene que compartir la porcinidad
del puerco). (…) Es la estética del ‘como sí”. (prólogo a Esto no es una pipa
de Michel Foucault)
**”…en el inicio era el caos. O tal vez había dos: el
caos de lo diferente, donde cada cosa es diferente a la otra; y el caos de lo
igual, donde cada cosa es igual a cualquier otra”. (ibídem)
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