Dijeron los dioses: estos
jóvenes son como nosotros mismos. Y no era todavía el día siguiente cuando ya
se desdecían viendo que los jóvenes aprovechaban los dones recibidos para creer
en dioses que no eran ellos.
domingo, 31 de enero de 2016
lunes, 25 de enero de 2016
lunes, 18 de enero de 2016
¿SUSTO O MUERTE?
Se sobrentiende
que uno deja de ocuparse de lo que se venía ocupando cuando se jubila. En eso
consiste el acierto y la trampa de la merecida (o ahorrada) pensión que el
trabajador recibe cuando alguien decide por él que ya no rinde lo suficiente para
seguir en su puesto de trabajo habitual. Por lo general, el trabajador se toma a
bien su nueva situación. A esa edad está cansado ya y empieza a reconocer en
voz alta que su vida, en realidad, ha sido una mierda hasta ese momento, aunque
alberga la vaga esperanza de que, con la pensión, por fin va a poder hacer lo
que le gustaba. Por ejemplo, escribir. Nada ni nadie se lo puede impedir. Cuenta
con todo el tiempo del mundo a su favor (?) y carece de otras obligaciones que
lo distraigan. El sueño, ¡vamos!, de cualquier escritor a la largo de su vida
activa, mientras, trabajaba, en el mejor de los supuestos y gracias a que padre
se empeñara, de profesor de instituto, columnista de periódico, locutor de
radio o presentador de televisión, funcionario, por oposición y para siempre. Esto
fue lo que les hizo merecedores de la susodicha pensión vitalicia los años que
le resten, pues pocos de los escritores que conozco la cobran merced a su paralela
dedicación en ‘tiempo real’ a la gozosa escritura.
Siendo así
como creo que es, no entiendo por qué un pensionista no ha de poder seguir
dándole a la pluma o a la techa más allá de los sesenta y cinco años de rigor. Si
sabe, si todavía le alcanzan las fuerzas y las ganas, allá él se las componga. Si
hasta su pareja ya se ha conformado con llevar la vida que llevan. Pero entonces,
llega Hacienda y le dice que nones. Que no puede percibir pensión y derechos de
autor. Y los escritores, que todo se lo han de pensar, se llevan las manos a la
cabeza y sólo se les ocurre amenazar con no volver a escribir (...entonces, pa’que escribir) en la vida
nunca jamás. En Derecho -¿podré decirlo así?- no hay derecho, si, como he
expuesto, para la pensión cuenta el haber sido profesor, funcionario, etcétera.
Que este planteamiento, apenas esbozado, sea correcto o no lo sea, deberán
resolverlo los juristas en lo suyo. Aquí no nos cabe, por mucha buena voluntad,
y a lo mejor sentido común, que nos guie el hablar de ello.
Lo que nos
concierne –al menos como lectores que abonamos la parte alícuota del autor (una
miseria)- es la respuesta de los escritores de oficio a la malévola reconvención
de la Hacienda Pública: Vamos a dejar de escribir. En principio, me ha causado
un liviano asombro (tampoco quiero exagerar) el que ninguno de ellos se muestre
propenso a renunciar a su pensión, como bien hicieran en descargo de la
comunidad, si fuese mínimamente cierto, y no reclamo publicitario, aquello de:
Haciendo somos todos. Como lector, es la cuestión, me veo sin nada que leer de ‘mis
contemporáneos’ los próximos años, y en consecuencia, sólo me repone del
asombro la indignación. No hay derecho, vuelvo a pensar. No me parece justo –porque
aún me sigue confundiendo la justicia y la ley- que no pueda volver a leer a
Muñoz Molina, a don Mario, al único Goytisolo en activo, a Pere Gimferrer, Fernando
Savater, a Sánchez Dragó, a Pérez Reverte, a Federico Jiménez Losantos... que al
subrayarlo en rojo mi procesador de textos, señal de estar equivocado, se me
cae encima como una piedra de molino, obligándome a torcer mi opinión, cosa que
hago un poco a la ligera. A lo mejor no es justo ni conforme a Derecho, me digo
mientras esbozo una media sonrisa, pero ¡qué alivio!
Ninguno de
los citados, me advierte enseguida mi poco activo sentido de la sensatez, ha
amenazado con convertirse en uno más de los escritores del no que tanto gustan
a Vila-Matas, pero como fantasear no es lo prohibido, que lo es pretender
cobrar por ello, doy por sentado que se sumarán a la iniciativa, sino por
necesidad, sí por solidaridad –algo les debe quedar- con su hermanos menos
afortunados. Y ya puesto a fantasear, imagino un país, algo así como el nuestro
sin guerras civiles de por medio, en el cual su Hacienda se ha pasado a las
filas del más radical barthesianismo y el todavía peor foucaultismo, haciendo
realidad la más fiera de sus proposiciones, algo que ni ellos mismos –es decir,
ni Barthes no Foucault- fueron capaces de llevar a su última consecuencia: la
muerte del autor. Con lo fácil que era. Ha sido mentar el dinero y el que más y
el que menos ha corrido a ponerse a buen recaudo. Lo bueno, pues no logro
escapar de mi quimera, sería aplicarse ahora con los curas. Puesto que de suyo
ya tienen ganada la pensión del cielo, que dejen de trabajar de una vez aquí en
la tierra. O que lo hagan de gratis. El mero hecho de pensarlo me devuelve lo
real: Ni los escritores ni los curas están por hacérselo de gratis. Así que
pasen setenta años, Federico García Lorca sólo ha sido un caso extraordinario de
poeta emérito.
domingo, 17 de enero de 2016
PAMEOS Y MEOPAS, según Julio Cortázar

Memorial presentado
en la Audiencia de La Plata por F de R., don P. de Z., J. de M., R de A., J. de
C., M. de O., S. L...., vascongados que vinieron de Potosí a esta ciudad,
pidiendo remedio contra las muertes, heridas y persecuciones que por modo de
expulsión les infieren de seis meses a esta parte los naturales de otras
provincias españolas, gente vagabunda y homicida en dicha villa, a instigación
de algunos vecinos ricos, por enemistades particulares y con opresión de la
justicia, como se vio en la soltura de D. de A., uno de los sediciosos, y en
los asaltos a las casas de los capitanes F. de O. y P. de V., vascongados, sin
que hasta ahora se haya castigado a ninguno de los delincuentes.
Pedimento de don G.
G. de S., fiscal de la Audiencia de La Plata, para que el tribunal provea sobre
todo lo propuesto por el oidor don D. M. de C., comisionado para la
averiguación y el castigo de lo ocurrido en Potosí el 6 de este mes, siendo
parecer del fiscal que debe aprobarse lo sugerido por don D. sobre no proceder
contra los vecinos hacendados y arraigados contra quienes va resultando culpa,
sino solamente contra la gente perdida.
Declaración que
mandó pregonar en Potosí don F. M., corregidor de dicha villa, expresando no
haberse señalado como traidores a los comprendidos en el auto publicado por su
orden en agosto 3 de este año.
Carta del
presbítero J. R. de B., vicario de Potosí, a la Audiencia de La Plata: En
diversos anexos de su vicaría se encuentran más de 300 hombres, de los
perseguidos por el corregidor don F. M., que están resueltos a entrar a entrar
a sangre y fuego en la villa, destruir las rancherías y los ingenios, soltar
las presas del agua de las lagunas, desentablar la mita y matar a todos los
vizcaínos.
Carta del oidor don
D. M. de C., comisionado por la Audiencia de La Plata para la averiguación y el
castigo de lo acaecido el 6 de septiembre de este año en Potosí. El día de la
víspera, al rumor de que los vascongados se disponían para asaltar en la noche
de hoy cuarenta casas de castellanos, y degollarlos, se juntaron 500 parciales
de estos últimos, con don P. de A. y otros vecinos principales, todos armados,
a la cabeza, suscitándose con este motivo un formidable alboroto. Fueron
asaltadas las casas de S. de M., G. de R. y don M. de Z., vascongados, y de S.
C., por suponer que ocultaba en la suya a algunos de la misma nación. De los
vascongados murió un fulano, y algunos están refugiados en las cajas reales.
(Nota de la Editorial. poemas recogidos en la revista SUR, Potosí, Bolivia, número segundo , 1953-54. Se han omitido la identificación completa de los afectados a fin de evitar herir sentimentalmente a sus posibles descendientes.)
(Nota de la Editorial. poemas recogidos en la revista SUR, Potosí, Bolivia, número segundo , 1953-54. Se han omitido la identificación completa de los afectados a fin de evitar herir sentimentalmente a sus posibles descendientes.)
lunes, 11 de enero de 2016
EL SALTO DE LA RANA
La
historia, a más tardar, se repite en clave de comedia, aseguran haberle oído
decir a Karl Marx el día en que por fin su mujer se salía con la suya y lograba
que un buen barbero judío le afeitara la barba, y el viejo Karl, a sus ojos, volviera
a ser un pimpollo.
La
historia, a poco, se repite en clave de comedia, y así, ¡claro!, los muertos
prefieren no resucitar para evitar que se rían de ellos con la naturalidad con que siempre lo están los espectadores (Italo
Svevo)
domingo, 3 de enero de 2016
LA DUDOSA REFLEXIÓN DEL GANADOR
Cuentan
de Vladimir Lenín, una vez la loca Fanny Kaplan (¿Fanny pelopaja?) le disparará
a quemarropa y su noble cabeza se embruteciera lo mismo que una vasija de
barro, mataba su abatimiento pasando y repasando la yema del dedo índice de su
mano diestra sobre un mapa común de la ciudad de Zurich, donde tiempo atrás
había vivido una apacible temporada al lado de la hermosa Nadia Krúspskaya. En
unos de esos días amargos de su postración, al posar el dedo en la esquina de
la Spilgasse, fue que una invisible protuberancia en el papel –acaso una mota
de tabaco, o una gotita de tinta que había guardado una partícula de plomo
arrancada de los tipos de imprenta- le sobresalto. Recordó, entonces, que era
allí donde los dadaístas se reunían cada anochecer y rondaban hasta las tantas,
armando un ruido tan ensordecedor, que él se vio fatalmente obligado a llamar a
la policía suiza. Alegó en su defensa ante la Historia que las canciones y los
gritos de los dadaístas –sobre todo cuando tronaba la voz chirriante de Tristán
Tzara- lo distraían y lo apartaban del inaplazable destino que sólo él,
Vladimir Lenin, veía dibujado en las estrellas, punzantes como las bayonetas que,
meses atrás, ya tomaran el Palacio de Invierno para él.
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