lunes, 26 de mayo de 2014

TOUT VA BIEN




A excepción de la Valenciano -cómo me recuerda a la estanquera de Vallecas  al cadáver de César Vallejo: acudieron cien, mil compañeros, pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo-, los candidatos a las elecciones de ayer domingo, me parece a mí, debieron enterarse del resultado del escrutinio mientras, en la soledad de esa noche sin luna, manoseaban su escogido manual de autoayuda. Esos libritos que colaboran en hacerte soportable la existencia, venga como vengan, pues por mucho que algunos se empeñen en decirnos lo contrario, un libro jamás logra cambiarte la vida, a no ser que con él ganes el amañado Planeta.

También olímpicamente se lo tomaron. Esto es, reconociendo, con la humildad que les caracteriza, que lo importante, en cualquier caso, es participar, si, como al personaje enunciado por Andy Warhol, esos minutillos que a posteriori les dan las televisiones, son una clara señal de que esa noche la victoria, en zapatillas nike, lleva sus rostros. Y eso, antes incluso de beber y apurar la copas de champán, aunque, a la vista quede, la situación presenta ya los síntomas característicos de la borrachera: negación de la evidencia (¡Hemos ganao!), exaltación de la amistad (¡Gracias, ciudadanos!) y cantos regionales (desde el viva españa els segadors euzko gudariak catro vellos mariñeiros a la internación light.

Por supuesto no trato de aguarle la fiesta a nadie. Como enseñan los referidos manuales de autoayuda o del más campechano hacerse la paja, la felicidad bien puede consistir en superar las propias y prudentes expectativas. Demostrarte que poder podías. Albert Camus, que era un adelantado de esta psicología pret a porter que nos mantiene erectos, ya lo dijo: Lo importante no es curarse, sino aprender a vivir con los propios males. Lo cual me da a entender –a mí, que seguramente lo entienda todo al revés- que, a lo mejor, sólo se trataba de eso y pero entrar en el club de los elegidos, donde las penas con pan son menos. Y al respecto, todos, todos los que ayer veía en la televisión, felices y contentos como los chiquillos que no saben que los caramelos sólo las brujas y los pervertidos los dan gratis, pensaba que, por eso, por salir en la tele, lo habían logrado. Ganar sus erecciones (sic).

Poco importa, entre tanta alegría desbordada, que más del cincuenta por ciento de la población no se haya sentido invitado. Ni que, parafraseando al Graham Greene de El factor humano, el no votar bien que pueda significar fidelidad a otra causa. Que si no en mi hambre, pues me la provocan, si en mi muerte: mando yo. ¡O por qué si no te crees que no te atienden en Urgencias!

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