A
excepción de la Valenciano -cómo me recuerda a la estanquera de Vallecas al cadáver de César Vallejo: acudieron cien,
mil compañeros, pero el cadáver, ¡ay!, siguió muriendo-, los candidatos a las
elecciones de ayer domingo, me parece a mí, debieron enterarse del resultado
del escrutinio mientras, en la soledad de esa noche sin luna, manoseaban su
escogido manual de autoayuda. Esos libritos que colaboran en hacerte soportable
la existencia, venga como vengan, pues por mucho que algunos se empeñen en
decirnos lo contrario, un libro jamás logra cambiarte la vida, a no ser que con
él ganes el amañado Planeta.
También
olímpicamente se lo tomaron. Esto es, reconociendo, con la humildad que les
caracteriza, que lo importante, en cualquier caso, es participar, si, como al
personaje enunciado por Andy Warhol, esos minutillos que a posteriori les dan
las televisiones, son una clara señal de que esa noche la victoria, en zapatillas
nike, lleva sus rostros. Y eso, antes incluso de beber y apurar la copas de
champán, aunque, a la vista quede, la situación presenta ya los síntomas
característicos de la borrachera: negación de la evidencia (¡Hemos ganao!),
exaltación de la amistad (¡Gracias, ciudadanos!) y cantos regionales (desde el
viva españa els segadors euzko gudariak catro vellos mariñeiros a la internación
light.
Por
supuesto no trato de aguarle la fiesta a nadie. Como enseñan los referidos
manuales de autoayuda o del más campechano hacerse la paja, la felicidad bien
puede consistir en superar las propias y prudentes expectativas. Demostrarte que
poder podías. Albert Camus, que era un adelantado de esta psicología pret a porter
que nos mantiene erectos, ya lo dijo: Lo importante no es curarse, sino
aprender a vivir con los propios males. Lo cual me da a entender –a mí, que seguramente
lo entienda todo al revés- que, a lo mejor, sólo se trataba de eso y pero
entrar en el club de los elegidos, donde las penas con pan son menos. Y al
respecto, todos, todos los que ayer veía en la televisión, felices y contentos como
los chiquillos que no saben que los caramelos sólo las brujas y los pervertidos
los dan gratis, pensaba que, por eso, por salir en la tele, lo habían logrado.
Ganar sus erecciones (sic).
Poco
importa, entre tanta alegría desbordada, que más del cincuenta por ciento de la
población no se haya sentido invitado. Ni que, parafraseando al Graham Greene
de El factor humano, el no votar bien que pueda significar fidelidad a otra
causa. Que si no en mi hambre, pues me la provocan, si en mi muerte: mando yo.
¡O por qué si no te crees que no te atienden en Urgencias!
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