A primeros del mes de agosto de 1936, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, antiguo Hospital de pobres, fue colectivizado por las milicias confederales; en concreto, por la sección sindical de artistas visuales de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT en adelante), popularmente conocida como ”Sin Arte ni Parte”, al frente de la cual se encontraba el dibujante Helios Gómez, gitano de nacimiento y anarquista por vocación.
Poco, por no decir nada, recogen las historias oficiales de los méritos y desméritos en las actividades del Museo madrileño, que en su lado oeste deja caer una sombra roja sobre las calles adyacentes –Ronda de Atocha y Argumosa–, durante el periodo (El corto verano de la anarquía, acertó a llamarlo el escritor alemán Hans Magnus Enzensberger) de colectivización del mismo, dado que las graves circunstancias de guerra imperantes en Madrid en esos años (1936-1939), le llevaron a apostar por un arte efímero, de acción directa, de guerrilla; un arte menor, si así se quiere ver, de decididas influencias dadaístas y del Fluxus, en lugar de gastar el menguado presupuesto del Museo en pomposas y costosas exposiciones de artistas de relumbrón, tal y como no dejaban de indicarle desde la Dirección Nacional de Bellas Artes en Valencia, sede del Gobierno republicano tras su vergonzante huida de Madrid. No está el horno para bolos. No son tiempos de estampitas, resumía con sorna flamenca Helios Gómez a cuantos le inquirían sobre su natural desobediencia a las órdenes. Ni Dios ni Estado ni Patrón.
Pero, entretanto, la labor del colectivo anarquista del MNCARS, jamás reconocida, ni siquiera por el gran historiador libertario del arte, sir Herbert Read, fue incesante y decisiva para el desarrollo de las Vanguardias por venir. Alertados y alentados por la proclama duchampiana sobre limitar en lo posible la producción de ready made, comenzaron, en secreto, de manera anónima, a reunir cuantos objetos pudiesen ser susceptibles de transformarse en uno de esos ready made para, posteriormente, dosificar su salida al mercado reconvertidos en su sentido original, de forma tal que jamás llegue a producirse el hartazgo de los coleccionistas, previsto por el Maestro Duchamp en sus días de mayor gloria.
No se sabe qué pudo ocurrir con el material conservado por “Los sin Arte ni Parte” una vez hubieron de retirarse precipitadamente de Madrid ante la inminente entrada en la capital de las tropas facciosas. Retomado el Museo por Los Nacionales, nada se encontró de lo acumulado allí por ellos, aunque su conocimiento por parte de un miembro de la quinta columna infiltrado en el grupo o un oportunista traidor, dio origen a lo que en la Causa General se conoce como el Expolio del tesoro artístico nacional por parte de “los rojos”. Sea como fuere que los anarquistas lograron salvar el fruto de su interesante “Work in progress”, asunto que podrá ser o no desvelado algún día, lo cierto es que gracias a su desinteresada aportación a los sótanos del arte, el ready made sigue dando guerra, a fin de que algo de humor perdure en el autista mundo del Arte. No pararán.