DIARIO AUSTRAL
Notas para un relato
–I–
Día 1. Martes.
Manchas en la piel
El cuerpo o el Mapa de un Archipiélago escondido entre las brumas
En la textura de la piel está el viaje
Algún día, no obstante, habremos de desembarcar en una de esas islas a la deriva que el cuerpo, en su inaccesibilidad, nos ofrece, y por extraño que nos pueda parecer, acabaremos entendiéndonos con los nativos, grandes expertos en las artes de la hospitalidad.
Día 2. Miércoles.
Abandonamos puerto con la aurora
Como las aves que se alejan del fríoComo los alacranes que se dan la muerte al sentirse rodeados por el fuego
Como las almas que aborrecen del cuerpo yaciente
Partimos hacia la amplitud de un día y de un mar que eran, a su vez, los días y el mar de siempre
Día 3. Jueves.
Llovieron frutas que eran cuentas sueltas de un collar roto
Boletas con la escritura tachada de los nombres de los agraciados
Hilos de metales hirvientes, como los de una jaula abandonada
En las cocinas, mientras tanto, las mujeres no logran encender el fuego
Hace horas que los machos viejos partieron a cobrar la caza y aún están por regresar
Pronto, nada más de comienzo el llanto de los niños, prendidos en los anzuelos del hambre cansina, se oirá hablar de nuestra huida en el aullido lamentoso de los perros
Para entonces, las magas resurgirán de sus cuevas profundas a renovar sus añosos acertijos
Los artistas plásticos grabarán sus imágenes sobre superficies invisibles
Los adolescentes desdentados se morderán entre sí con la rabia de las fieras
Los poetas, como los desertores, cantarán las proezas de unos héroes anónimos
Y, en fin, en el lugar empezarán a ocurrir cosas, padecimientos, vejaciones que jamás se soltarán de nuestra causa
–II–
(Decires de la nostalgia)
Día 4. Jueves.
La de ayer fue la noche en que lloramos por vez primera
Cada cual su culpa. Cada uno sintiéndose como una vara doblada por el viento
Día 5. Viernes.
La voz que se libró de las ataduras es de noche un ensueño hiriente
Una fiebre que nubla los ojos y engarza los recuerdos
El olor de un almacén abandonado donde todavía se guardan inventos sin estrenar
¿Cómo no caer en el ardid de un Tiempo que aún nos duele, cuando sólo queda la confusión de los ruidos de un pecho enfermo desde el silencio oscuro de los pájaros en sus improvisados dormitorios?
Ceder por un rato a lo que el lápiz no escribiría; al lenguaje desconocido de las criaturas que siguen habitando en las manchas de tu cuerpo:
Salpicaduras de un barro a medio cocer todavía
Día 6. Sábado.
Dame, tú, la desconocida de los labios húmedos,
la extranjera que me habita,
el beso que me guíe de vuelta;
que me devuelva a casa
y en ella halle, propicia, la ocasión
de hacer las paces con los míos
–III–
Día 7. Domingo.
Pie a tierra
Nos rodearon sombras que alardeaban de su soberanía
Cicatrices que seguían marcando el lugar de las heridas
Bocas que se quedaron abiertas mientras pedían clemencia para sus hijos
Los nombres de los resistentes grabados en las cortezas de los árboles
Pero nada que pudiésemos arrebatarles de nuevo a aquella gente que acudió a darnos la bienvenida
Día 8. Lunes.
El mapa, y no lo piel, responde a la superficie de un territorio inhabitable
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