viernes, 7 de mayo de 2021

MADRID

 

 

No hace tanto como se quisiera pensar para mejor alivio propio, Madrid era una ciudad de más de un millón de cadáveres, según las últimas estadísticas (Insomnio. Dámaso Alonso). El verso pasó la dura censura del momento porque nadie supo ver que la presumible metáfora era, en realidad, de una literalidad tan pasmosa como cruel, según el estado de la calle. Muertos de entierro y olvido y muertos en vida que se escondían por miedo a acabar como aquellos otros que ya abonaban la tierra infértil de las cunetas. Urgió, en consecuencia, ocupar de nuevo Madrid; llenar Madrid con gente de la misma ralea que la de quienes habían desbrozado las malas hierbas. Fue entonces cuando Madrid dejó de creerse la tumba del fascismo para transformarse, motu proprio, en su cuna y su niñera. Eran tropa ruidosa y peleona; personajes sacados del Género Chico: zarzuelas, sainetes, verbenas –tan de Madrid como los azucarillos y el aguardiente– que no dudaban en mostrarse agradecidos ante las migajas con que el Poder los regalaba a cambio de su adhesión incondicional, cada vez que volvieran a tocar a rebato con la musiquilla que sale de los bares abiertos.

A mayor abundancia de lo mismo, en los años de la Movid(it)a madrileña –la mayor embestida de un tal Tierno para unir a la fiesta de la Transcripción del nada más cataléptico franquismo (como el gitano Antón, no estaba muerto, estaba tomando cañas en la Pradera de San Isidro) a la cultura obediente: Hombres G, Mecano, Alaska y los Pegamoides, los hijos satisfechos de Majadahonda y no los hijos del agobio vallekano; centro y no periferias, alguno de La Luna, o en sus aledaños, pergeñó un eslogan muy prometedor: Madrid me mata. Tampoco en esta ocasión hubo quien captara lo literal de esta metáfora, cargada del humor negro de papá Summers, y de los réditos que el tiempo le iba a ir añadiendo hasta el día de hoy.

No veo a dónde quiero llegar. Todavía ando desorientado, navegando malamente entre los efectos de una vacunación incompleta y los efluvios fétidos resultantes del 4M (¿qué tendrá mayo para tanto alterar la piel de las conciencias?) Aparte de que tanta unanimidad me resulta bastante viciada (Ferlosio diría), sólo se me ocurre añadir para cubrir tanto desvarío, que alguna vez deberíamos empezar a mirar con la seriedad lo que no dejan de decirnos los poetas, sean de oficio o de afición. Tengan un buen sueño, que el día va a ser largo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario