lunes, 27 de abril de 2020

EL BULO, GÉNERO LITERARIO.


Acaso convendría empezar a considerar “el bulo” como uno más de los géneros literarios, en la medida en que, al igual que toda creación literaria [un cuerpo no más que apalabrado], no cuenta sino con él –con su estructura narrativa– para pasar, de forma metafórica, de lo verosímil: lo que es creíble– a lo verdadero: lo que se da por creído.

En la literatura, ese tránsito se realiza con escasa, por no decir nula, resistencia por parte de los afectados. Resulta tan obvia la “ficción”, el ser cosa fingida, como para no ver, incluso con anterioridad, que “cualquier semejanza con la realidad, será pura coincidencia”. La formula es muy simple: Todo cuanto se parece a “*”, ha de ser por necesidad no “*”. De modo que la propia ficcionalidad (si el término supera su pedantería), parecer lo que no se puede ser –el Quijote o Gregorio Samsa, sirven de ejemplos–, de la literatura, le evita convertirse en falsía, en doblez, en engaño malintencionado, tal y como requería Aristóteles del sofisma. Desvelándose al mostrarse ese falsía, una doblez, mentirijilla piadosa en el peor de los casos, deja claro, a la vez, que no busca sacar ningún beneficio de manera torticera.

Pero sedimenta –más el bulo que los otros géneros literarios al uso–, echa raíces. Conforme el espectáculo de lo real va decepcionando, lo mismo que un envejecido artista en la repetición cansina de sus trucos favoritos, lo ficcional se vuelve recurrencia fácil y gratificante en un territorio ya bien abonado por la mucha palabrería reinante, y donde se da una mayor confianza en la palabra que en los hechos. Porque no sólo el artista envejece. También su público lo hace de manera irremediable. Y llega el momento en el cual el truco –el medio lo llamaba Marshall McLuhan–, con su efecto final ‘maravillante’, logra transformarse, así una metáfora prestigiada, en la “otra verdad”, esa verdad que, decía Ortega, es lo opuesto a la verdad 'verdadera', que no la mentira. Así acaba ocurriendo que cuanto más se patentiza el bulo, más posible lo encontramos, si más nos da para seguir contando.

La palabra es un virus, William Burroughs bien que lo sabía. Deberíamos confinarnos frente a la Palabra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario