
Del
miedo poco se puede decir. Sencillamente, porque se tiene miedo de
hablar. En contra, claro. Hablar en contra de la ley; es decir, hablar
sin miedo de la ley, enseguida te convierte en un sujeto sobre el cual
aplicar la ley; en culpable de estar contra la ley. El que calla (por
miedo) otorga, pero de ahí a mentar el respeto, es muy aventurado.
Y la cortesía, más que respetuosa la encuentro cínica. Expresión del cinismo de quienes están del lado de la ley de forma interesada; de cuantos "acatan" la ley porque la ley les favorece, aunque nunca con la "merecida" suficiencia que reclaman. Para entender esto, basta con considerar la prisa que se dan en expresar su respeto a la ley, pero, enseguida, sin ni siquiera esperar a que la ley se cumpla en todo su recorrido, manifestar la conveniencia de nuevas leyes, más amplias y más duras, que vengan a compensar la progresiva pérdida del miedo demostrada por quienes imcumplieron la ley vigente, correcta en su espíritu –el espíritu de la represión– pero ineficaz en su letra.
En resumen, lo único en común que tienen esas dos actitudes formales de "respetar" la ley, el miedo y la cortesía, es la obligación de acatar la ley. Y en esto, dicho con el mayor de los miedos y la menor de las cortesías, no quiero estar de acuerdo. Es un problema de moral personal que reclama con urgencia el "respeto mutuo".
Y la cortesía, más que respetuosa la encuentro cínica. Expresión del cinismo de quienes están del lado de la ley de forma interesada; de cuantos "acatan" la ley porque la ley les favorece, aunque nunca con la "merecida" suficiencia que reclaman. Para entender esto, basta con considerar la prisa que se dan en expresar su respeto a la ley, pero, enseguida, sin ni siquiera esperar a que la ley se cumpla en todo su recorrido, manifestar la conveniencia de nuevas leyes, más amplias y más duras, que vengan a compensar la progresiva pérdida del miedo demostrada por quienes imcumplieron la ley vigente, correcta en su espíritu –el espíritu de la represión– pero ineficaz en su letra.
En resumen, lo único en común que tienen esas dos actitudes formales de "respetar" la ley, el miedo y la cortesía, es la obligación de acatar la ley. Y en esto, dicho con el mayor de los miedos y la menor de las cortesías, no quiero estar de acuerdo. Es un problema de moral personal que reclama con urgencia el "respeto mutuo".
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