Hay casualidades
hermosas. La hermosura siempre es una casualidad. Cuando no
todo nos parece hermoso, las casualidades suelen venir a redimirnos de tan
aborrecible sensación. Cuando no a todo lo encontramos casual, algo que sucede muy
a menudo, su hermosura es lo que nos viene a pillar desprevenidos.
Pero, a la larga, parece que nos va más lo cierto
que lo fortuito. Un banco de piedra que una silla coja. La tierra que el mar. El
centro que los extremos. Y es lógico, natural y, ¡cómo no!, sensato. Típico de
la clase media que todos llevamos dentro –Wilhelm Reich lo sabía- y que desea un arte voluptuoso y una vida ascética,
cuando sería mejor lo contrario.
en cursiva: Sergio del Molino, La España vacía. Theodor W Adorno, Estética.
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