domingo, 17 de agosto de 2014

EL RIGOR EN LAS COSTUMBRES



(sobre los peligros de llegarte a creer que eres lo que eres)

Para la ocasión que vamos a contar, llamó el Rey a su Vasallo más fiel y le interrogó

-¿Hasta dónde serías capaz de alcanzar si yo así te lo reclamara?

-Mi Señor –le respondió el Vasallo sin dudarlo un solo instante- Ponedme, incluso, la más dura e imposible de las pruebas, y ya conoceréis mi fervor por vos.

Entonces dispuso el Rey que, por entretenerse el Rey un buen rato en aquella interminable mañana, un Vasallo tan leal ocupara su trono durante el mismo.

Una vez en ello, llamó el Rey a su Vasallo y  le inquirió

-Mi buen Vasallo, ¿qué darías de ti se fuese yo quien te lo pidiera?

-Majestad –le contestó el Vasallo en su papel-, pedid y lo conoceréis.

Pidió el Rey que le trajeran un afilado estilete y se lo entregaran. Y cuando el Vasallo agarraba el estilete con su mano diestra, le ordenó:

-Mata al Rey en este instante.

Y sin más tardanza el Vasallo atravesó el corazón del Rey que era y quedó sin vida para siempre. Pero el Rey, como el cadáver, ¡AY!, siguió reinando los años que supo esconder el secreto.

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