domingo, 8 de enero de 2012

Excursus sobre libros




No cabe solución al problema de los lomos… de los lomo de los libros, aclaro. Son de de natural feo, soso, rancio y, cómo no, atravesado, por separado, y más todavía juntos.
Cuando los libros se encuentran a nuestra disposición y no a la venta; es decir, firmemente instalados en un anaquel de cualquier Biblioteca (privada o pública, en cualesquiera de ella es lícito robar*) en lugar de sobre la mesa central de una librería, porque entonces dan la cara, lo primero que de ellos vemos es el lomo, y ¡por dios! si no cuesta un tremendo esfuerzo personal, intransferible, como el DNI, pararse y elegir uno en concreto frente a tanta rigidez y simpleza, como de noble castellano. El nombre, el asunto y basta. Hay que conformarse.
De modo que tendemos a decantarnos por un nombre que ya nos resulta conocido (best sellers) o el asunto (desprovisto, en cualquier caso de su aspecto sexual) por el cual supuestamente andamos interesados.
En principio parece suficiente si uno va de lego o va de oídas o va de lego y oídas a la par. Mas esta casualidad apenas si tarda en agotarse. Unas veces porque el fulano no es el mismo fulano ( y en esto los libros se asemejan a las parejas de novios: como desengañan, uno de los dos, en llegando al matrimonio) que, en efecto, veníamos tratando. Otras, porque hay engaño en la alusión al asunto: un día me compré ligero Usos del diccionario convencido de que la cosa iría de la semántica para arriba y cuál no sería mi desilusión cuando, ya en casa, cómodamente sentado y pertrechado con un largo vaso de güisqui en las proximidades, me encontré con unos poemillas ardorosamente juveniles. Pero común y fundamentalmente, porque nadie si no Jorge Luis Borges fuera capaz de imaginarse el autor de la Biblioteca de Alejandría al completo, lo mismo que de la Enciclopedia Británica y ya se había quedado ciego cuando la emprendió con la Espasa, que por ello nunca se acaba, si bien su nombre, por causas editoriales que nos sobrepasan, no figura en los lomos de todos los libros, como correspondería. O sea, y resumiendo, pues el tiempo se nos agota, que sin ninguna precaución posible nos encontramos forzados a tirar de otra nombre que ni nos suene hubiese escrito algo en su vida y/o a empezar a preocuparnos por asuntos que en la vida, la nuestra, nos habían preocupado, pero que, desde ese preciso instante en que decimos volver a leer, pese a haberlo leído todo, suficiencia que no más se hace presente tras la lectura del primer libro.
Con lo cual, estamos como al principio…. (continuará)
*nótese que escribimos lícito y no legal, de modo que deberán seguir poniendo mucho cuidado si pasan a la acción.

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