viernes, 5 de abril de 2013

Somos Nadie



Mientras exista el dinero, jamás habrá suficiente para todos. (Julius van Daal). Pues nos los comemos a  todos en su más tierna infancia, como ya nos propusiera modestamente Jonathan Swift.

La reconversión de los miembros de la Nomenklatura soviética en los nuevos ricos de la siempre Santa Madre Rusia, aparte de demostrarnos el error de Marx/Lenin al confiarnos el que la dictadura del proletariado (Diktatur des Proletariats) conduce al comunismo y éste etcétera (pues por mi parte no voy a retroalimentar falsas ilusiones), ha resultado una evidencia incuestionable de cómo el dinero existe indiferente a quien lo tiene y a quienes lo echamos de menos (a todas horas, amor, a todas horas). Que el dinero es (sustancia) y no está (contingencia). Ni se crea ni se destruye. Si acaso, cambia de manos para seguir en las mismas (Lampedusa). Puede ser un dios falso o el dios verdadero. Pero eternamente, el único dios único.

Del otro lado, la deconstrucción (derridamiento) del socialismo real (Good bye Lenin!), precario contrapeso al universo del dinero, como se ha podido ver, también trajo consigo  la aparición de un ‘todos’ ampliado que superaba con creces previsiones providencialistas del Estado/Capital, todavía en su cara buena de Estado del Bienestar, aunque en verdad sólo fuera el Estado del Préstamo expandido a interés fijo y fijado.

Tal estaban las cosas cuando el Nuevo Capitalismo vio la luz (en su doble acepción de nacer e inspirarse graciosamente: Pablo de Tarso). Un dinero escaso por repartido y una abundancia de personal que no dejaba de usar el nombre del dinero en vano (segundo Mandamiento). Y claro, volvió a verse que no había suficiente. De modo que el dinero se recogió como un espabilado eremita en su cueva originaria, más no por ello sin dejar de prometernos la pronta venida del Paraíso Capitalista donde todo será una historia nueva. Sin complicaciones. Sin lucha de clases. Sin partidos ni sindicatos ni dios que los perdone. Incluso sin todos nosotros, a no ser… A no ser que cumplamos la nueva prescripción que rige desde ahora en este New Eden: Del fruto de todos los árboles comeréis (es un decir), menos del fruto del árbol del dinero. Confiemos, no obstante, en la pronta aparición de la vieja serpiente endemoniada capaz de trastocarlo todo. Mientras tanto, sigámosle dándole a la ginebra por ver si vuelven aquellos días de los Gordon Riots.*

*Véase Julius van Daal. Bello como una prisión en llamas. Pepitas de Calabaza. Logroño 2012.

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