jueves, 18 de abril de 2013

EMPEZAR DE NUEVO




¿Por qué la República es mejor que la Monarquía? Pero la República es mejor que la Monarquía y basta. Un argumento de este tenor resulta bastante razonable. O tiene un peso inquebrantable. El de que es mejor lo a su vez menor. Y no cabe duda alguna: la República es menor que la Monarquía. Los reyes se perpetúan. Los presidentes republicanos se permutan. Las gentes somos ansiosos de novedades, y la Monarquía tiene un vicio de eternidad que, cuanto menos, la hace de un aburrido insoportable. Si yo pudiera elegir, desde luego habría optado por nacer en el seno de una República. También habría elegido ser niña en lugar de varón. Moreno, regordete, bajito y no alto y esmirriado como un  jipío; o sea, típicamente nacional y no con esta pinta de extranjero en su propia tierra que me tipifica. No por nada. Tan sólo porque si te dan a elegir, lo suyo es preferir lo que no te ofrecen. Alguna trampa habrá cuando te lo ponen tan sencillo.

Pero no más ahí se queda la cosa. A no tardar, prometen, ya podremos decidir el sexo de los hijos. ¿Para cuándo el de los padres? Y aunque para ello la edad no me esperanza, tengan por seguro que en ese momento me abstendría. Bastante he aprendido ya como para no quererme súbdito, hijo de nada ni de nadie. Que los padres siempre desengañan. Se van. Se mueren. Andan siempre con las horas contadas.

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