¿Por qué la
República es mejor que la Monarquía? Pero la República es mejor que la
Monarquía y basta. Un argumento de este tenor resulta bastante razonable. O tiene
un peso inquebrantable. El de que es mejor lo a su vez menor. Y no cabe duda
alguna: la República es menor que la Monarquía. Los reyes se perpetúan. Los presidentes
republicanos se permutan. Las gentes somos ansiosos de novedades, y la
Monarquía tiene un vicio de eternidad que, cuanto menos, la hace de un aburrido
insoportable. Si yo pudiera elegir, desde luego habría optado por nacer en el
seno de una República. También habría elegido ser niña en lugar de varón. Moreno,
regordete, bajito y no alto y esmirriado como un jipío; o sea, típicamente nacional y no con
esta pinta de extranjero en su propia tierra que me tipifica. No por nada. Tan sólo
porque si te dan a elegir, lo suyo es preferir lo que no te ofrecen. Alguna trampa
habrá cuando te lo ponen tan sencillo.
Pero no más
ahí se queda la cosa. A no tardar, prometen, ya podremos decidir el sexo de los
hijos. ¿Para cuándo el de los padres? Y aunque para ello la edad no me
esperanza, tengan por seguro que en ese momento me abstendría. Bastante he
aprendido ya como para no quererme súbdito, hijo de nada ni de nadie. Que los
padres siempre desengañan. Se van. Se mueren. Andan siempre con las horas
contadas.
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