¿Qué
prefieres: susto o dimisión? –interroga cáustico uno al otro.
Susto –le responde
el aludido.
Se va el
primer hablante a un rincón en su ángulo oscuro, se cubre de la cabeza a los
pies con una sábana blanca de organdí, y volviendo sigilosamente hacia su falso
compañero, una vez casi lo encima, levanta los brazos al cielo mientras ulula.
Uuuuhhhh –pronuncia
con voz de ultratumba.
El desprevenido
se lleva las manos a su corazón acelerado y le replica.
Vaya susto que
me has dada. Casi ni lo cuento.
Pues, tonto –le
responde el fantasma ahora desenmascarado-, haber elegido dimisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario