miércoles, 10 de abril de 2013

Acción directa




Hasta ayer mismo, el mundo vivía dividido entre los que, con motivo o sin él, se quejaban y los que, siempre sin motivo, decían atender las quejas de los quejosos o los social-demócratas. Estos vivían muy a gusto  cuando aquellos sólo se quejaban. Incluso sus quejas servían para inspirar algunos anuncios publicitarios que, como el último de la Coca Cola, vienen a demostrar lo impropio de querer mear fuera del tiesto. ¿Y si nos levantamos? Pues os quedáis sin Coca Cola.

La queja, como los pobres con sus manitas extendidas a la puerta de las iglesias, trasmite la redención del quejica, en tanto y cuanto sólo es posible quejarse  -o pedirle una limosna, señorito- a quien está –y hasta es- por encima de uno. La queja perpetua el Estado, que, por lo normal, no es sino el estado de las cosas; el ‘como están las cosas está –y hasta es- bien’. Quien se queja puede ser verdad que logre una mejora (pasajera) en su situación, pero, a lo seguro, hace aumentar la distancia entre él y ese otro que goza del poder (permanente) de satisfacer su queja. Acrecienta y asienta su poder, en pocas palabras.

Entonces, aunque no llegó Fidel, se armó la que ustedes saben. Los viejos y no tan viejos quejicosos con causa pasaron de los dichos a los hechos, de la indignación: siempre frustrante, a la acción directa, que al menos aporta la inmediata satisfacción del hacer hecho. Y esto ya no les gusta tanto ni a los socialdemócratas ni a los neoliberales. A unos porque se les quita la patente de sus reformas colectivas permanentemente aplazadas. Y a los otros, porque aunque defienden el individualismo a ultranza, reconocen que una cosa son los individuos y otros los mierdas de la calle. Los dos andan atrincherados en el Parlamento y ya pergeñan con urgencia el ordenamiento legal oportuno para que la calle vuelva a ser, a falta de Fraga, que dios no haya perdonado, del Orden por ellos representando.

Porque no es lo mismo, por ejemplo, que se presenten a la puerta de tu casa (es un decir, si tu casa no es tu casa, ¡qué te creías!) los oficiales del Juzgado, un piquete de policía armada hasta los dientes, un cerrajero innoble y, a la sombra de su legítimo dueño, pretendan echarte a la puta calle -donde tampoco puedes estar, pensándolo bien- que acudan a la puerta de la casa (pagada a tocateja) de un señor Diputado a Cortes un coro de desarrapados que no hacen sino gritar y amenazar, lo cual no es ejecutar como, en cambio, si hacen finalmente aquellos. ¡Va a ser lo mismo! ¡Faltaría más! 


General, el hombre es muy útil,
puede volar, puede matar.
General, pero tiene un defecto:
Puede pensar.Puede pensar.
(Bertolt Brecht-Adolfo Celdrán)

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