Distingamos
empero: hay ladrones normales y ladrones escepcionales. A la primera categoría
pertenecemos todos los hombres de bien; y a la segunda los klopémanos (es
decir, los enfermos de la klopemanía ó manía del hurtoo), y los que roban con esclusión
de toda otra industria. Nosotros somos ladrones decentes; hurtamos sin dar
escándalo, por egoísmo, por represalia, instintivamente, sin querer causar la
ruina de nadie, sin apelar á malas artes…
Y esto es muy tolerable, y, si me apuran VV., hasta necesario. Los ladrones escepcionales,
prescindiendo de los infelices maniáticos, roban con escándalo, con todo
descaro, con la conciencia de que van á arruinar á un prójimo, valiéndose de la
astucia, de la fuerza… ¡Oh! Estos ladrones no son decentes, no son hombres
presentables: la sociedad debe alzarse en masa para esterminarles. Dimás Camándulas. Arte de robar ó Manual para
no ser robado 1884
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