La CEOE critica que se den cuatro días de permiso
por defunción de un familiar. Por una
vez, estoy de acuerdo con la CEOE. Cuatro días no son suficientes. Si, por
ejemplo, pero dios no lo quiera o quiera dios dejarlo sólo como un ejemplo, se
te muere tu madre, lo lógico sería jubilarte, valga que con rebaja en el monto de
la pensión o sin pagas extras, porque tampoco vas a tener ganas de irte de
vacaciones o de celebrar la navidad si te falta esa madre que conseguía reunir
a toda la familia al menos una vez al año. Y a partir de esta norma de carácter
general y obligatorio, ir regulando la escala de bajas y permisos: conforme al cariño que el afectado y la
afectada pudieran demostrar haber sentido hacia el difunto o la difunta. Por
ejemplo, no me quiero salir del terrero ambiguo de lo hipotético, a la muerte
del padre debería corresponderle una baja de hasta ciento veinte meses, es
decir, diez años, incluidos los bisiestos, tiempo, creo, suficiente para
olvidarse de las cuentas que, quien más y quien menos, dejó de ajustar con el
padre. Caso de morir la esposa o el esposo, el cónyuge sobreviviente, si lo a
la engañaba, que vuelva al trabajo al día siguiente del óbito, mas si siempre
le fue fiel, ¿qué menos que dejarle cuanto tiempo quiera y necesite para
intentar rehacer su vida amorosa tan injustamente quebrada contra todo
pronóstico? Sigamos. A la muerte de un hijo, lo peor del mundo, si se exceptúa el
caso de la madre, como todos sabemos (hay cosas que se saben sin necesidad de
haberlas experimentado), ni siquiera la jubilación total bastaría para aliviar
la pena, así que ya podemos ir pensando qué hacer, cómo recompensarlos, si tal concepto
no resulta un despropósito en este contexto. Respecto a los abuelos, los hermanos,
primos y demás parientes, tanto de sangres como de añadidos o políticos, que
los llaman, la cosa no la tengo muy clara, pero estoy convencido de que, si no
nos liamos entre los flecos de la cuestión, alcanzaremos un acuerdo que no lesione
los intereses de las partes en conflicto.
Puestos a exponer idioteces sin ningún pudor ni
respeto al propio intelecto, esa potencia cognoscitiva racional del alma humana,
¿por qué no?
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