LOS ÚLTIMOS DÍAS DE FEDERICO EN GRANADA
No
me dan ninguna pena las lagartijas. A las lagartijas, cuando les cortan el
rabo, les vuelve a crecer un rabo nuevo.
Me
dan pena las salamanquesas. Tan quietitas, que si de pronto estallara el volcán
de Sierra Elvira y las paredes de los cármenes se derrumbaran como las cartas
de un castillo de naipes, de ellas seguiría su desamparo flotando en el aire.
Por la plaza Bibarrambla, entre los
puestos de flores y las farolas que dan calambre, corría Federico canturreando:
Las salamanquesas son pavesas.
Las lagartijas, gente muy pija.
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