miércoles, 19 de junio de 2013

DU CHAMPS LAS COQUILOTES



La indiferencia (estado de ánimo) que Marcel Duchamp demostró hacia casi todo (porque siempre habló mucho y en demasía de sí mismo) nos conduce a pensar: si escogió un Urinario para ‘crear’ una Fuente, pudo ser, o bien casualidad o bien que no tenía a mano otros objetos cuyas características naturales le resultaran tan dispares entre sí como las de aquellos dos. En esto, Duchamp no se separa ni un pelo de la estética romántico-lautreamontiana del encuentro fortuito… etcétera)

En este preciso momento, mi acompañante el otro me avisa: hay una clara connivencia, un acuerdo tácito entre la fontana y el meadero. Piénsalo bien, querido.

Como el que me llame querido (o sea: el hecho de que me quiera, bendito sea) me desarma,  me paro, en efecto, a pensarlo.

Lo primero en ocurrírseme es que la ‘elección duchampiana’ no tiene, mirándolo bien, mayor trascendencia ni añade plusvalía alguna al resultado. Precisamente se ha de entender en ese ‘no importa qué resulte’ la enseñanza moral de Duchamp, pues ninguna otra cosa era el señor Marcelo más que un puñetero moralista. Y su mensaje: la conformidad de lo posible con lo dado, en tanto, es la verdad, existe tal acuerdo secreto (¡faltaría más!) entre los contrarios -ejemplarizados por la fuente y el meadero- y ello convierte la elección en una falsa elección, siempre y en cualquier caso. Sursum corda.

No lo digo yo –me adelanto a las objeciones que mi otro anda a punto de presentarme-, lo dice, mejor que yo, Andy Warhol:

Cuando veo a gente vestida de un modo espantoso (...), trato de imaginarme el momento en que compró aquella ropa y creo que pensaba: "Esto es fantástico. Me gusta. Me lo llevo." Uno no puede imaginarse cómo se le ocurrió comprarse esos pantalones marrones de poliester color barquillo, o ese gorro acrílico, con Miami escrito en letras brillantes. Uno se pregunta qué rechazaron como no hermoso ¿Un gorro acrílico que decía Chicago? (Mi filosofía de la A a la Z).

Luego, ya no sé qué pensar. Sólo que me gustaría encontrarme en este retrato:

el cuarto por la izquierda

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