Olía tan mal, que al despedirse todavía se quedaba. Pasa lo mismo con los peores libros: resulta imposible olvidarlos.
En cambio, los libros de mayor agrado se olvidan pronto para enseguida añorar su vuelta.
Leer y comer, me parece a mí, tienen un mismo origen. Incluso después, cuando al comedor satisfecho le da por irse a defecar al cuarto oscuro y el lector se pone él también a escribir de lo suyo.
Conócete a ti mismo, vale, está muy bien, pero después, baila y canta y no me cuentes cuentos, Cachupino (Pablo Picasso)
G. ha acabado por adquirir ‘el libro’ de Schopenhauer, circunstancia que empeorará aún más cuando por fin se decida a leerlo.
Me he vuelto a poner sentencioso. Cuando no se me ocurre nada, echo mano de lo que he leído en alguna parte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario