sábado, 31 de diciembre de 2011

Empatías

-Quien hace del trabajo ‘algo digno’ es, desde luego, un mentecato. ¿Qué dignidad puede haber en vivir para otro? La proposición ‘trabajar por cuenta ajena’ eso es lo que supone y da a entender.

-¿En qué trabajas? Esta pregunta que suelo aparecer –con más bulla que prudencia- en algún instante del primer encuentro, constituye la más lacerante aceptación y perpetuación de lo aborrecible que hay en la vida.

Pienso si no sería más útil interrogar a nuestro ocasional acompañante (partenaire) acerca de cómo son sus necesidades fisiológicas, pues ellas sí que pueden, con razón, entorpecer la dirección del rato que todavía nos queda de estar juntos.

-Soy licenciado en Filología inglesa, pero trabajo en Carrefour (cruce de caminos, encrucijada).

¿Con quién te vas a quedar? Parece obvio que el ineficiente (algo así como España entre dos guerras civiles, jgb) licenciado tiene a su favor ‘todo el tiempo del mundo’ para pasarlo contigo.

Pero, probablemente, ésta tampoco sea una conclusión afortunada. Todo el tiempo, ¡dios mío!, ¡qué desatino!

Tomando en consideración que ahora ya son dos las ‘cuentas ajenas’ que se benefician de tu trabajo, ¿qué otro remedio te queda más que cumplir?

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